Categoría: anillamiento científico

anillamiento científico

De los mejores momentos no hay fotos, no hubo tiempo de tomarlas


"De los mejores momentos no hay fotos, no hubo tiempo de tomarlas". Hace poco leí esta frase, la cual define perfectamente una de las últimas jornadas de anillamiento en Escocia que he podido disfrutar. 199 aves marcadas de las cuales 130 fueron gaviotas (74 gaviotas reidoras y 46 gaviotas canas). Las otras especies que nos acompañaron durante la noche fueron archibebe común, correlimos común y correlimos gordo.

En jornadas de anillamiento como éstas, el trabajo en equipo y el correcto reparto de tareas es fundamental. En mi caso pude disfrutar de mi favorita, la extracción en las redes. En contacto con la marisma, caminando en el fango desnudo en bajamar y llegando el agua casi al final de mis botas largas en pleamar  (para mi suerte) y sin tiempo que perder. Y el frío,  no lo sientes con todo el ejercicio que conlleva. 

Este tipo de trabajo de campo requiere de una continua atención, velocidad en la extracción y destreza como muy bien saben todas las personas que se dedican a ello. Y es eso lo que me gusta, una situación que saca lo mejor de mí. A no más tardar, las gaviotas ya portaban su anilla metálica además de una de pvc para lectura de larga distancia, amarilla para las reidoras y naranja para las canas. Estoy segura que muy pronto recibiremos noticias de ellas como de las anteriores marcadas en otros años. 

Asimismo, los archibebes también fueron marcados con una anilla roja en tibia derecha y una amarilla con banderola y un número de tres dígitos en tibia izquierda. Hace unos años uno de los ejemplares pertenecientes a este proyecto fue observado en España, así que ¡no olvidaros de revisar las patas de los archibebes comunes en vuestras salidas de campo!

Y sí, también tuvimos sorpresa. Uno de los ejemplares de gaviota cana resultó ser un control procedente de Noruega. Una noche increíble en la que todos disfrutamos trabajando en lo que más nos gusta. 


PD: La foto del inicio fue tomada en otra jornada no tan atareada en julio del año pasado. 

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De los mejores momentos no hay fotos, no hubo tiempo de tomarlas


"De los mejores momentos no hay fotos, no hubo tiempo de tomarlas". Hace poco leí esta frase, la cual define perfectamente una de las últimas jornadas de anillamiento en Escocia que he podido disfrutar. 199 aves marcadas de las cuales 130 fueron gaviotas (74 gaviotas reidoras y 46 gaviotas canas). Las otras especies que nos acompañaron durante la noche fueron archibebe común, correlimos común y correlimos gordo.

En jornadas de anillamiento como éstas, el trabajo en equipo y el correcto reparto de tareas es fundamental. En mi caso pude disfrutar de mi favorita, la extracción en las redes. En contacto con la marisma, caminando en el fango desnudo en bajamar y llegando el agua casi al final de mis botas largas en pleamar  (para mi suerte) y sin tiempo que perder. Y el frío,  no lo sientes con todo el ejercicio que conlleva. 

Este tipo de trabajo de campo requiere de una continua atención, velocidad en la extracción y destreza como muy bien saben todas las personas que se dedican a ello. Y es eso lo que me gusta, una situación que saca lo mejor de mí. A no más tardar, las gaviotas ya portaban su anilla metálica además de una de pvc para lectura de larga distancia, amarilla para las reidoras y naranja para las canas. Estoy segura que muy pronto recibiremos noticias de ellas como de las anteriores marcadas en otros años. 

Asimismo, los archibebes también fueron marcados con una anilla roja en tibia derecha y una amarilla con banderola y un número de tres dígitos en tibia izquierda. Hace unos años uno de los ejemplares pertenecientes a este proyecto fue observado en España, así que ¡no olvidaros de revisar las patas de los archibebes comunes en vuestras salidas de campo!

Y sí, también tuvimos sorpresa. Uno de los ejemplares de gaviota cana resultó ser un control procedente de Noruega. Una noche increíble en la que todos disfrutamos trabajando en lo que más nos gusta. 


PD: La foto del inicio fue tomada en otra jornada no tan atareada en julio del año pasado. 

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Welcome to North Ronaldsay



Un nuevo azul, o tal vez verde... un turquesa intenso, profundo, que he podido descubrir pero sólo admirar en aquellos días que el Mar quiere. Esas tardes luminosas de cielo celeste claro, donde el gris y el blanco se mezclan en las nubes y el aire helado se detiene por un momento. Sólo esos días, ese nuevo color deslumbra. Los demás atardeceres me mostraron que la furia es azul oscura rebordada de espuma. Su cólera impetuosa se cuela entre las rocas, haciendo resonar la advertencia de que una tormenta puede llegar en cualquier momento. 

Caminando hacia una de las lagunas, entre silbidos de cerceta y ostrero, una voz me llegó cabalgando al viento. Un canto de tiempos pasados, cuando la mirada al horizonte podía divisar no sólo tempestades, sino también terrores. Palabras que no entendí, cargaban un sentimiento de resignación a una vida dura y de incertidumbre. Aún así, los rayos helados del sol bañaron con timidez un nuevo día. Y esa voz se congeló, quedando atrapada entre las piedras de los muros que aún recuerdan aquellas almas que supieron arrancar el sustento a una tierra de salitre y roca. 

Una esmerejona de mirada azul me enseñó sus plumas, demostrándome así que la belleza también se halla en los marrones. Infinitas tonalidades de este color chisporrotean en los cantos rodados de la playa al paso de unas ovejas únicas, de las que el pasar del tiempo se olvidó. No importa si es la Luna o es el Sol quien preside la bóveda celeste, es la Mar la verdadera reina de esta isla, quien alimenta al ganado en bajamar con sus entrañas, y quien en pleamar lo acuna. Lanas de gamas cremas y café, se confunden con la ardua orilla y con la piel de criaturas marinas durante su varado descanso.

Veletas que se derraman en el viento, observando a los fulmares en su vuelo de alas inmóviles, me olvido de la ventisca. Casi puedo palpar la suave textura de las olas invisibles por las que se deslizan. Entre el pastar de los ánsares y el vaivén de las avefrías, un pequeño halcón corta el viento. Tal vez sea ella. Y el tiempo cambia otra vez, los caminos emblanquecen. La suavidad ahora duele con sus pequeños cristales que se hienden en el rostro. No te confíes, la vida aquí es áspera, tosca, de botas embarradas, ropa calada y piel enrojecida. De días sin descanso y almohadas llenas de tareas por hacer.

Siguiendo a mis amadas, acabé en esta isla de sesenta habitantes y tres mil ovejas. No me preguntes cómo, llegué divagante a este oasis en el Mar del Norte, donde unas aves encuentran la esperanza de sobrevivir, mientras que para otras acaba siendo el lecho donde morir. Una pequeña idea en el pasado, que ahora se ha hecho realidad. Welcome to North Ronaldsay.




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Welcome to North Ronaldsay



Un nuevo azul, o tal vez verde... un turquesa intenso, profundo, que he podido descubrir pero sólo admirar en aquellos días que el Mar quiere. Esas tardes luminosas de cielo celeste claro, donde el gris y el blanco se mezclan en las nubes y el aire helado se detiene por un momento. Sólo esos días, ese nuevo color deslumbra. Los demás atardeceres me mostraron que la furia es azul oscura rebordada de espuma. Su cólera impetuosa se cuela entre las rocas, haciendo resonar la advertencia de que una tormenta puede llegar en cualquier momento. 

Caminando hacia una de las lagunas, entre silbidos de cerceta y ostrero, una voz me llegó cabalgando al viento. Un canto de tiempos pasados, cuando la mirada al horizonte podía divisar no sólo tempestades, sino también terrores. Palabras que no entendí, cargaban un sentimiento de resignación a una vida dura y de incertidumbre. Aún así, los rayos helados del sol bañaron con timidez un nuevo día. Y esa voz se congeló, quedando atrapada entre las piedras de los muros que aún recuerdan aquellas almas que supieron arrancar el sustento a una tierra de salitre y roca. 

Una esmerejona de mirada azul me enseñó sus plumas, demostrándome así que la belleza también se halla en los marrones. Infinitas tonalidades de este color chisporrotean en los cantos rodados de la playa al paso de unas ovejas únicas, de las que el pasar del tiempo se olvidó. No importa si es la Luna o es el Sol quien preside la bóveda celeste, es la Mar la verdadera reina de esta isla, quien alimenta al ganado en bajamar con sus entrañas, y quien en pleamar lo acuna. Lanas de gamas cremas y café, se confunden con la ardua orilla y con la piel de criaturas marinas durante su varado descanso.

Veletas que se derraman en el viento, observando a los fulmares en su vuelo de alas inmóviles, me olvido de la ventisca. Casi puedo palpar la suave textura de las olas invisibles por las que se deslizan. Entre el pastar de los ánsares y el vaivén de las avefrías, un pequeño halcón corta el viento. Tal vez sea ella. Y el tiempo cambia otra vez, los caminos emblanquecen. La suavidad ahora duele con sus pequeños cristales que se hienden en el rostro. No te confíes, la vida aquí es áspera, tosca, de botas embarradas, ropa calada y piel enrojecida. De días sin descanso y almohadas llenas de tareas por hacer.

Siguiendo a mis amadas, acabé en esta isla de sesenta habitantes y tres mil ovejas. No me preguntes cómo, llegué divagante a este oasis en el Mar del Norte, donde unas aves encuentran la esperanza de sobrevivir, mientras que para otras acaba siendo el lecho donde morir. Una pequeña idea en el pasado, que ahora se ha hecho realidad. Welcome to North Ronaldsay.




anillamiento científico

Encontrada con detector de metales una anilla del año 1943


Ayer, la British Trust for Ornithology (BTO) publicó en su blog de anillamiento un curioso descubrimiento.

Seguro que conocéis la afición de buscar metales con un detector en la playa o en el campo. Muchas son las horas que se pueden emplear para descubrir objetos valiosos como monedas o joyas. Pero... ¿cuál es el interés de la BTO en este tipo de actividad? Y es que son cada vez más frecuentes los hallazgos de anillas gracias a éste método. 

La mayoría de las anillas encontradas pertenecen a aves que murieron hace unos 10 o 20 años, pero el último reporte por parte del aficionado a esta práctica, Martyn Franklin, era un "poco más" antiguo. Él estaba con su detector cerca de Shipton-on-Cherwell, Oxfordshire, cuando se encontró con una anilla con el número 323,412 en los alrededores a unos campos de cultivo. 

Después de buscar exhaustivamente en las profundidades del viejo archivo, se pudo saber que la anilla perteneció a un adulto de paloma zurita (Columba oenas) anillado a 13 km del lugar del hallazgo nada más y nada menos que el 12 de marzo del año ¡1943!. Se trata de la primera anilla para esta especie encontrada mediante detector de metales.

En la base de datos BTO se muestra que se han encontrado en los últimos años anillas de 67 especies diferentes, que van desde la lavandera boyera hasta el águila pescadora, por los detectores de metales.

¡Quién sabe si algún día alguien se topará con alguna de las primeras anillas usadas en la historia de UK  del año 1909!


Puedes leer la noticia completa en la fuente original: http://btoringing.blogspot.co.uk/




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Encontrada con detector de metales una anilla del año 1943


Ayer, la British Trust for Ornithology (BTO) publicó en su blog de anillamiento un curioso descubrimiento.

Seguro que conocéis la afición de buscar metales con un detector en la playa o en el campo. Muchas son las horas que se pueden emplear para descubrir objetos valiosos como monedas o joyas. Pero... ¿cuál es el interés de la BTO en este tipo de actividad? Y es que son cada vez más frecuentes los hallazgos de anillas gracias a éste método. 

La mayoría de las anillas encontradas pertenecen a aves que murieron hace unos 10 o 20 años, pero el último reporte por parte del aficionado a esta práctica, Martyn Franklin, era un "poco más" antiguo. Él estaba con su detector cerca de Shipton-on-Cherwell, Oxfordshire, cuando se encontró con una anilla con el número 323,412 en los alrededores a unos campos de cultivo. 

Después de buscar exhaustivamente en las profundidades del viejo archivo, se pudo saber que la anilla perteneció a un adulto de paloma zurita (Columba oenas) anillado a 13 km del lugar del hallazgo nada más y nada menos que el 12 de marzo del año ¡1943!. Se trata de la primera anilla para esta especie encontrada mediante detector de metales.

En la base de datos BTO se muestra que se han encontrado en los últimos años anillas de 67 especies diferentes, que van desde la lavandera boyera hasta el águila pescadora, por los detectores de metales.

¡Quién sabe si algún día alguien se topará con alguna de las primeras anillas usadas en la historia de UK  del año 1909!


Puedes leer la noticia completa en la fuente original: http://btoringing.blogspot.co.uk/