Desarrollo Sustentable, Cambio Climático y mi contribución a tierras Queretanas

En las últimas semanas con mucho gusto he contribuido con buenos amigos de «Gira al Sol« y con un par revistas editadas y distribuidas en Querétaro, México publicando un par de artículos de divulgación que con gusto hoy comparto con ustedes en este espacio.

Verde que te quiero verde
Publicado en la Revista Transforma Edición Agosto-Septiembre 2013 
y en la Revista Juriquilla de Agosto de 2013
Desarrollo sustentable, ecoeficiente, hipotecas verdes, energía alternativa, emisiones de carbono y… ¡que levante la mano el que conoce el significado de todos estos términos tan de moda hoy en día!
El mundo hoy está tan saturado de contaminantes como de información a favor de un medio ambiente sano y limpio pero la verdad es que pocos se toman el tiempo de explicarnos a los simples mortales de qué se trata todo esto y sobretodo cómo podemos nosotros contribuir a una causa tan noble.

Comencemos por dejar claro que el desarrollo sustentable o sostenible no es aquel que se logra gracias a un capricho del tipo “verde que te quiero verde”. El concepto va mucho más allá de la conservación del medio ambiente. 
La realidad es que la búsqueda del desarrollo sustentable nos debiera convertir a todos en talentosos artistas circenses que logran el delicado equilibrio de tres platos de porcelana al mismo tiempo. En el primer plato tenemos sin duda la conservación del medio ambiente, en el segundo está la economía y en el tercero la sociedad.
Para hacer aún más impresionante este acto resulta que los platos funcionan como una balanza y si hay mucho peso en uno el sistema entero se desequilibra.
En nuestro primer intento no resolveremos el problema del cambio climático ni de la hambruna pero si intentaremos dejar de enviar tantas bolsas plásticas al basurero así que comenzaremos con el firme propósito de llevar bolsas de tela para las compras. Un poco de fuerza de voluntad y tenemos lleno el plato del medio ambiente pero ¡cuidado!, los otros platos no tienen peso y el malabar se nos está complicando. Así que, decido que mis bolsas de tela serán hechas en México y mejor aún en mi región para así contribuir al crecimiento de la economía local ¡increíble!, ¡hemos balanceado dos platos!, pero el tercero está al borde del precipicio. ¿Qué tal si entonces mis bolsas de tela fabricadas en mi ciudad las pago a un precio justo para garantizar que quien las hizo reciba una retribución adecuada por su trabajo? ¡Tercer plato balanceado!
Ahora que ya dominamos los principios del acto podemos atrevernos a algo más difícil: a que el rutinario acto de bañarnos no impacte de forma negativa a este planeta. Así que jabón biodegradable en mano nos disponemos a abrir la ducha y a bañarnos en cinco minutos para no desperdiciar agua que en muchas regiones del mundo es escasa. Pero nada como un baño con agua caliente, lo triste es que el gas que usamos para calentarla por un lado es un derivado del petróleo y por otro tenemos que quemarlo para que cumpla con su trabajo y entonces hemos enviado a la atmósfera una buena cantidad de carbono que tiene el poder de secuestrar calor y promover el tan afamado cambio climático. Piensa, piensa… ¡Eureka! asunto resuelto si usamos el poder de nuestro querido astro rey y un dispositivo maravilloso conocido como calentador solar el cual si es fabricado en nuestro país y es comprado en una empresa que es responsable y justa en el trato a sus trabajadores, asociados y clientes nos permitirá de nuevo recibir ovaciones por nuestro acto de equilibrio sustentable. 
Como podrán imaginar hay cientos de factores que pueden influir para que el desarrollo sustentable no pase de ser un sueño, pero tranquilos que la receta secreta es simple: estar conscientes de que este equilibrio es necesario tarde que temprano. A esto se le llama tener una conciencia sustentable y si bien no siempre tendremos éxito, será la búsqueda de esta armonía lo que nos llevará a lograr grandes cambios.
Cambio Climático
En Prensa
Chicos y grandes, maestros y alumnos, periodistas y peluqueros, escritores y bailarines; todos últimamente todos atribuyen estos repentinos golpes de calor, las lluvias torrenciales, las violentas granizadas y el frío casi polar al cambio climático y este cambio se lo atribuyen a la cualidad depredadora del ser humano sobre nuestro planeta.

¿Qué tan cierto es esto?, ¿existe el tan mencionado cambio climático?, y si existe ¿qué es?, ¿por qué existe? y principalmente ¿hay algo que podamos hacer o dejar de hacer para mejorar estos locos episodios climatológicos? Pues bien, el cambio climático no es otra cosa mas que la modificación del clima respecto a un registro histórico; es decir y de forma muy simplista que si en determinada región durante agosto se ha registrado lluvia durante 18 a 20 días a lo largo de 50 años, podemos hablar de un cambio climático cuando la lluvia sólo se presenta tres días en el mes. Ahora, ya no es un lluvioso agosto, algo pasó este año y los culpables del cambio podemos ser tanto los seres humanos con nuestra actividad cotidiana como la propia naturaleza y sus ciclos en algunos casos aún misteriosos. 
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) decidió por convención utilizar el término ‘cambio climático’ sólo para referirse a los cambios causados por las actividades humanas. Lo que le toca a la naturaleza lo han bautizado como ‘variabilidad del clima’. 
El cambio climático incluye al también muy famoso calentamiento global pues los cambios en el clima pueden ser notados en temperatura, lluvia, presión atmosférica, nubosidad, vientos y/o humedad. Esto explica que a veces exista confusión y se diga que una nevada sea a causa del ‘calentamiento global’ cuando en realidad se quiso decir ‘cambio climático’. Los términos aparecieron en los medios masivos de comunicación casi al mismo tiempo y con la misma fuerza así que las confusiones están a la orden del día. 
Determinar quien es el culpable de qué cosa es muy difícil, al final el clima no es más que un modelo estadístico, es un gran libro de registros a los que se les encontró hace un tiempo un patrón el cual permitió etiquetar el clima de cada región y/o de cada estación llegando incluso al extremo de etiquetar a Chicago como la ciudad de los vientos o a Cuernavaca como la de la eterna primavera. Cuando aparecen excepciones que cambian la regla no es fácil encontrar el origen de esta excepción. 
Estas muchas veces sorprendentes excepciones pueden tener su origen en nuestro estilo de vida que hoy obliga a usar y a abusar de los recursos naturales y aquí es donde entra el también afamado tema de las emisiones de carbono. 
Existen seis gases clasificados como de efecto invernadero debido a su gran capacidad de atrapar calor y no dejarlo salir; el primero de estos gases es el vapor de agua que se produce tanto cuando nos bañamos como en las grandes industrias; en esta lista encontramos también al abundante bióxido o dióxido de carbono (CO2), al metano (CH4) y a otros un poco más complejos. 
La capacidad de atrapar calor de estos gases no es algo malo, al contrario es lo que ha permitido que vivamos en un planeta con una temperatura agradable; sin embargo, ni la madre naturaleza ni nadie se imaginó nunca que estos gases se producirían en las cantidades que se registran hoy en día. 
El CO2 se produce en estufas, calentadores, vehículos, industrias, fogatas, incendios y cualquier otra cosa que haga combustión; también se produce cuando se descompone materia orgánica y aquí se acompaña del CH4 que tiene 24 veces más capacidad de guardar calor; y se produce también al quemar carbón o petróleo para generar electricidad. Así que, cada vez que encendemos nuestro calentador de agua, manejamos nuestro vehículo o simple y sencillamente prendemos un foco estamos contribuyendo a la emisión de carbono y por tanto al cambio climático. 
¿Qué podemos hacer entonces para poner nuestro granito de arena y quitar nuestro gramo de carbono? Lo más fácil es ahorrar y esto se logra usando las cosas con moderación; pero si queremos ir más allá de aportar un granito podemos cambiar nuestro auto por una bici o por transporte público (al menos unos días de la semana), nuestros focos comunes por ahorradores, nuestro calentador de agua de gas por uno solar y ¿por qué no?, podemos incluso pensar en convertir nuestra casa en toda una vivienda ecológica capaz de alojarnos con todas las comodidades y el menor impacto ambiental.
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Desarrollo Sustentable, Cambio Climático y mi contribución a tierras Queretanas

En las últimas semanas con mucho gusto he contribuido con buenos amigos de «Gira al Sol« y con un par revistas editadas y distribuidas en Querétaro, México publicando un par de artículos de divulgación que con gusto hoy comparto con ustedes en este espacio.

Verde que te quiero verde
Publicado en la Revista Transforma Edición Agosto-Septiembre 2013 
y en la Revista Juriquilla de Agosto de 2013
Desarrollo sustentable, ecoeficiente, hipotecas verdes, energía alternativa, emisiones de carbono y… ¡que levante la mano el que conoce el significado de todos estos términos tan de moda hoy en día!
El mundo hoy está tan saturado de contaminantes como de información a favor de un medio ambiente sano y limpio pero la verdad es que pocos se toman el tiempo de explicarnos a los simples mortales de qué se trata todo esto y sobretodo cómo podemos nosotros contribuir a una causa tan noble.

Comencemos por dejar claro que el desarrollo sustentable o sostenible no es aquel que se logra gracias a un capricho del tipo “verde que te quiero verde”. El concepto va mucho más allá de la conservación del medio ambiente. 
La realidad es que la búsqueda del desarrollo sustentable nos debiera convertir a todos en talentosos artistas circenses que logran el delicado equilibrio de tres platos de porcelana al mismo tiempo. En el primer plato tenemos sin duda la conservación del medio ambiente, en el segundo está la economía y en el tercero la sociedad.
Para hacer aún más impresionante este acto resulta que los platos funcionan como una balanza y si hay mucho peso en uno el sistema entero se desequilibra.
En nuestro primer intento no resolveremos el problema del cambio climático ni de la hambruna pero si intentaremos dejar de enviar tantas bolsas plásticas al basurero así que comenzaremos con el firme propósito de llevar bolsas de tela para las compras. Un poco de fuerza de voluntad y tenemos lleno el plato del medio ambiente pero ¡cuidado!, los otros platos no tienen peso y el malabar se nos está complicando. Así que, decido que mis bolsas de tela serán hechas en México y mejor aún en mi región para así contribuir al crecimiento de la economía local ¡increíble!, ¡hemos balanceado dos platos!, pero el tercero está al borde del precipicio. ¿Qué tal si entonces mis bolsas de tela fabricadas en mi ciudad las pago a un precio justo para garantizar que quien las hizo reciba una retribución adecuada por su trabajo? ¡Tercer plato balanceado!
Ahora que ya dominamos los principios del acto podemos atrevernos a algo más difícil: a que el rutinario acto de bañarnos no impacte de forma negativa a este planeta. Así que jabón biodegradable en mano nos disponemos a abrir la ducha y a bañarnos en cinco minutos para no desperdiciar agua que en muchas regiones del mundo es escasa. Pero nada como un baño con agua caliente, lo triste es que el gas que usamos para calentarla por un lado es un derivado del petróleo y por otro tenemos que quemarlo para que cumpla con su trabajo y entonces hemos enviado a la atmósfera una buena cantidad de carbono que tiene el poder de secuestrar calor y promover el tan afamado cambio climático. Piensa, piensa… ¡Eureka! asunto resuelto si usamos el poder de nuestro querido astro rey y un dispositivo maravilloso conocido como calentador solar el cual si es fabricado en nuestro país y es comprado en una empresa que es responsable y justa en el trato a sus trabajadores, asociados y clientes nos permitirá de nuevo recibir ovaciones por nuestro acto de equilibrio sustentable. 
Como podrán imaginar hay cientos de factores que pueden influir para que el desarrollo sustentable no pase de ser un sueño, pero tranquilos que la receta secreta es simple: estar conscientes de que este equilibrio es necesario tarde que temprano. A esto se le llama tener una conciencia sustentable y si bien no siempre tendremos éxito, será la búsqueda de esta armonía lo que nos llevará a lograr grandes cambios.
Cambio Climático
En Prensa
Chicos y grandes, maestros y alumnos, periodistas y peluqueros, escritores y bailarines; todos últimamente todos atribuyen estos repentinos golpes de calor, las lluvias torrenciales, las violentas granizadas y el frío casi polar al cambio climático y este cambio se lo atribuyen a la cualidad depredadora del ser humano sobre nuestro planeta.

¿Qué tan cierto es esto?, ¿existe el tan mencionado cambio climático?, y si existe ¿qué es?, ¿por qué existe? y principalmente ¿hay algo que podamos hacer o dejar de hacer para mejorar estos locos episodios climatológicos? Pues bien, el cambio climático no es otra cosa mas que la modificación del clima respecto a un registro histórico; es decir y de forma muy simplista que si en determinada región durante agosto se ha registrado lluvia durante 18 a 20 días a lo largo de 50 años, podemos hablar de un cambio climático cuando la lluvia sólo se presenta tres días en el mes. Ahora, ya no es un lluvioso agosto, algo pasó este año y los culpables del cambio podemos ser tanto los seres humanos con nuestra actividad cotidiana como la propia naturaleza y sus ciclos en algunos casos aún misteriosos. 
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) decidió por convención utilizar el término ‘cambio climático’ sólo para referirse a los cambios causados por las actividades humanas. Lo que le toca a la naturaleza lo han bautizado como ‘variabilidad del clima’. 
El cambio climático incluye al también muy famoso calentamiento global pues los cambios en el clima pueden ser notados en temperatura, lluvia, presión atmosférica, nubosidad, vientos y/o humedad. Esto explica que a veces exista confusión y se diga que una nevada sea a causa del ‘calentamiento global’ cuando en realidad se quiso decir ‘cambio climático’. Los términos aparecieron en los medios masivos de comunicación casi al mismo tiempo y con la misma fuerza así que las confusiones están a la orden del día. 
Determinar quien es el culpable de qué cosa es muy difícil, al final el clima no es más que un modelo estadístico, es un gran libro de registros a los que se les encontró hace un tiempo un patrón el cual permitió etiquetar el clima de cada región y/o de cada estación llegando incluso al extremo de etiquetar a Chicago como la ciudad de los vientos o a Cuernavaca como la de la eterna primavera. Cuando aparecen excepciones que cambian la regla no es fácil encontrar el origen de esta excepción. 
Estas muchas veces sorprendentes excepciones pueden tener su origen en nuestro estilo de vida que hoy obliga a usar y a abusar de los recursos naturales y aquí es donde entra el también afamado tema de las emisiones de carbono. 
Existen seis gases clasificados como de efecto invernadero debido a su gran capacidad de atrapar calor y no dejarlo salir; el primero de estos gases es el vapor de agua que se produce tanto cuando nos bañamos como en las grandes industrias; en esta lista encontramos también al abundante bióxido o dióxido de carbono (CO2), al metano (CH4) y a otros un poco más complejos. 
La capacidad de atrapar calor de estos gases no es algo malo, al contrario es lo que ha permitido que vivamos en un planeta con una temperatura agradable; sin embargo, ni la madre naturaleza ni nadie se imaginó nunca que estos gases se producirían en las cantidades que se registran hoy en día. 
El CO2 se produce en estufas, calentadores, vehículos, industrias, fogatas, incendios y cualquier otra cosa que haga combustión; también se produce cuando se descompone materia orgánica y aquí se acompaña del CH4 que tiene 24 veces más capacidad de guardar calor; y se produce también al quemar carbón o petróleo para generar electricidad. Así que, cada vez que encendemos nuestro calentador de agua, manejamos nuestro vehículo o simple y sencillamente prendemos un foco estamos contribuyendo a la emisión de carbono y por tanto al cambio climático. 
¿Qué podemos hacer entonces para poner nuestro granito de arena y quitar nuestro gramo de carbono? Lo más fácil es ahorrar y esto se logra usando las cosas con moderación; pero si queremos ir más allá de aportar un granito podemos cambiar nuestro auto por una bici o por transporte público (al menos unos días de la semana), nuestros focos comunes por ahorradores, nuestro calentador de agua de gas por uno solar y ¿por qué no?, podemos incluso pensar en convertir nuestra casa en toda una vivienda ecológica capaz de alojarnos con todas las comodidades y el menor impacto ambiental.
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Etiquetas de Eficiencia Energética

Cuando compramos un electrodoméstico, cualquier aparato de la llamada «línea blanca» o algún novedoso invento electrónico solemos fijarnos en el tamaño, en el color, en lo bonito que es, en lo novedoso, en lo grande y poderoso. Después de la etapa de enamoramiento, capricho y deseo ponemos los pies en la tierra y entonces nos fijamos en el precio, las formas de pago, el flete si es necesario, la garantía y el mantenimiento. Pensamos un poco (o un mucho), entregamos el mágico plástico que te permite pagar de forma diferida en varios meses y volvemos a casa deseando estrenar.
Si regresáramos la película nos daríamos cuenta que no verificamos algo, pequeño detalle en apariencia pero que puede llegar a ser el meollo del asunto: cuánta energía consume. 
Fijarnos en esto no nos convierte solamente en ecológicos ciudadanos; en realidad nos convierte en sabios compradores que no están dispuestos a pagar eternamente su compra a través del elevado recibo de electricidad.

Hay cientos de historias de familias que compraron una nevera, refrigerador o heladera (llámele usted como quiera según su latitud) de dos puertas, con fábrica de hielo incluida y hasta un útil reloj digital en la puerta. Varios meses después querían morir cada vez que llegaba el recibo de la compañía proveedora de energía eléctrica.

¿O qué tal esos televisores de plasma de 50 mil pulgadas? ¿O la barredora eléctrica de 3000 W? La oferta que aprovechamos para comprarla se convirtió en el peor negocio de nuestras vidas.

Hasta hace no mucho tiempo saber cuánta energía consumía un aparato eléctrico era complicadísimo; a veces ni en el manual de operación o en las especificaciones técnicas del mismo se incluía esta información, pero desde hace algunos años las etiquetas de eficiencia energética hacen más fácil este trabajo.

Esta etiqueta viene pegada en un costado o en la parte posterior de muchos aparatos; especialmente en electrodomésticos y línea blanca; es colorida y fácil de interpretar. La etiqueta dice qué tan eficiente es el portador del engominado y a mayor eficiencia el consumo será menor. 


Inicialmente la clasificación iba de la A a la G donde A eran los más eficientes; ahora las cosas andan mejor pues muchos fabricantes se han esmerado y ahora tenemos A+ e incluso A++. Mejor aún, en algunos países, España por ejemplo, este etiquetado se incluye también en las viviendas, así que cuando compras una casa ya puedes saber qué tanta energía consumirás iluminándola, calentando agua y acondicionando el aire.
Así que, la próxima vez que compres, antes de fijarte si es rosa, tiene pintas o te saluda al llegar a casa, busca la etiqueta de eficiencia energética.Y si el aparato no trae la etiqueta: ni lo consideres.
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Etiquetas de Eficiencia Energética

Cuando compramos un electrodoméstico, cualquier aparato de la llamada «línea blanca» o algún novedoso invento electrónico solemos fijarnos en el tamaño, en el color, en lo bonito que es, en lo novedoso, en lo grande y poderoso. Después de la etapa de enamoramiento, capricho y deseo ponemos los pies en la tierra y entonces nos fijamos en el precio, las formas de pago, el flete si es necesario, la garantía y el mantenimiento. Pensamos un poco (o un mucho), entregamos el mágico plástico que te permite pagar de forma diferida en varios meses y volvemos a casa deseando estrenar.
Si regresáramos la película nos daríamos cuenta que no verificamos algo, pequeño detalle en apariencia pero que puede llegar a ser el meollo del asunto: cuánta energía consume. 
Fijarnos en esto no nos convierte solamente en ecológicos ciudadanos; en realidad nos convierte en sabios compradores que no están dispuestos a pagar eternamente su compra a través del elevado recibo de electricidad.

Hay cientos de historias de familias que compraron una nevera, refrigerador o heladera (llámele usted como quiera según su latitud) de dos puertas, con fábrica de hielo incluida y hasta un útil reloj digital en la puerta. Varios meses después querían morir cada vez que llegaba el recibo de la compañía proveedora de energía eléctrica.

¿O qué tal esos televisores de plasma de 50 mil pulgadas? ¿O la barredora eléctrica de 3000 W? La oferta que aprovechamos para comprarla se convirtió en el peor negocio de nuestras vidas.

Hasta hace no mucho tiempo saber cuánta energía consumía un aparato eléctrico era complicadísimo; a veces ni en el manual de operación o en las especificaciones técnicas del mismo se incluía esta información, pero desde hace algunos años las etiquetas de eficiencia energética hacen más fácil este trabajo.

Esta etiqueta viene pegada en un costado o en la parte posterior de muchos aparatos; especialmente en electrodomésticos y línea blanca; es colorida y fácil de interpretar. La etiqueta dice qué tan eficiente es el portador del engominado y a mayor eficiencia el consumo será menor. 


Inicialmente la clasificación iba de la A a la G donde A eran los más eficientes; ahora las cosas andan mejor pues muchos fabricantes se han esmerado y ahora tenemos A+ e incluso A++. Mejor aún, en algunos países, España por ejemplo, este etiquetado se incluye también en las viviendas, así que cuando compras una casa ya puedes saber qué tanta energía consumirás iluminándola, calentando agua y acondicionando el aire.
Así que, la próxima vez que compres, antes de fijarte si es rosa, tiene pintas o te saluda al llegar a casa, busca la etiqueta de eficiencia energética.Y si el aparato no trae la etiqueta: ni lo consideres.
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La deuda de Monsanto

Imagen: Fred  en Flickr

Además de los apagones voluntarios y programados en la lucha social contra el cambio climático pocas causas mueven a tanta gente como la que tendrá lugar mañana 25 de mayo de 2013: la Jornada Internacional contra Monsanto. Probablemente has visto ya carteles de una marcha en tu ciudad, tal vez has recibido información a través de las redes sociales o has leído cientos de frases creadas para esta ocasión como «nada santo con Monsanto» o «millones contra Monsanto» y probablemente también te preguntes ¿qué ha hecho esta empresa para ganarse el repudio de tantos?

Pues bien, la historia de Monsanto es larga, llena de escándalos, de opositores pero también de dinero y apoyos gubernamentales. La empresa fue fundada por un químico estadounidense en 1901; inicialmente se dedicaban a producir sacarina y edulcorantes para refrescos, sin duda productos polémicos desde hace varias décadas; después incursionó en la producción de plásticos, en la industria química y luego produjeron la hormona sintética conocida como somatotropina bovina o rGHB recombinante. La hormona fue su primer producto escandaloso pues muchos aseguran que  produce cambios en la biología de las vacas afectando la calidad de la leche; muchos otros incluido el gobierno de Estados Unidos a través de la FDA aseguran que no es cierto; pero mientras tanto Canadá y la Unión Europea han prohibido su uso. Y ya entrados en gastos, gritos y juicios pues Monsanto no se tentó el corazón y entró en el negocio de los herbicidas y también en el que hoy lo caracteriza: los transgénicos.

Roundup MR es el nombre del herbicida que produce Monsanto; está compuesto principalmente por glifosfato el cual tiene la capacidad de inhibir la producción de aminoácidos aromáticos lo que en las plantas equivale a una muerte segura. Al principio se usaba para eliminar hierbas indeseables; el gobierno de Estados Unidos lo usó incluso para desparecer por completo plantíos de Coca en Colombia.

Una red de engaños, mentiras e interrogantes ha sostenido por años la distribución del Roundup: la empresa tuvo que enfrentar una demanda por poner en la etiqueta que el producto es «biodegradable» cuando en realidad persiste por mucho tiempo en el suelo; la Agencia de Protección Ambiental (EPA) descubrió en dos ocasiones que algunos científicos alteraban los resultados de las pruebas de toxicidad del producto; en 2009 en Argentina tras estudios científicos generados a partir de demandas Andrés Carrasco, subsecretario de Investigación Científica y Tecnológica del Ministerio de Defensa aseguró que el glifosato puede producir malformaciones neuronales, intestinales y cardíacas en los embriones humanos; la publicación de los resultados fue acompañada de cientos de notas de prensa en todo el mundo que desacreditaban tales estudios.

Su maravilloso herbicida, su producto estrella, un día dejó de ser tan perfecto, incluso para Monsanto pues resultó que mataba no sólo hierbas malas sino también cultivos deseados así que la empresa ni tarda ni perezosa creó nada menos y nada más que semillas de soja, maíz, algodón y otros cultivos resistentes al glifosfato ¿qué cómo lograron esto? pues ciencia y paciencia (y por supuesto dinero), el secreto está en la modificación genética de las semillas para crear los que hoy conocemos como «Organismo Genéticamente Modificado» (OGM) o producto transgénico.

La controversia sobre los OGM parece ser una discusión sin fin; la ONU a través de la FAO ha jugado un poco el rol de Poncio Pilatos y se ha lavado las manos declarando que:

‘La ciencia no puede afirmar que una tecnología está completamente exenta de riesgos. Los cultivos sometidos a la ingeniería genética pueden reducir algunos riesgos ambientales asociados con la agricultura convencional, pero también introducirá nuevos desafíos que habrá que afrontar. La sociedad tendrá que decidir cuándo y dónde es lo bastante segura la ingeniería genética.’ (FAO,2004)

Muchos creemos firmemente que los transgénicos son la razón perfecta para abusar de herbicidas tóxicos como el glifosfato, que generan resistencia a antibióticos que tal vez pueda pasar a las bacterias de nuestra flora intestinal, que pueden ser el disparador de nuevas alergias, intolerancias y males; que el contenido tóxico de los alimentos cada vez será mayor y que sin duda alguna y sin prueba científica que lo respalde al 100% me atrevo a decir: que al natural es mejor.

Como podrán ver la deuda de Monsanto con este planeta y con la humanidad suma una buena cantidad y el gigante sigue haciendo de las suyas con la protección de muchos pues al igual que otras empresas de fama mundial ellos también tienen quien les deba y en este caso es el Gobierno de Estados Unidos quien en la década de los 60 les encomendó la producción del ‘agente naranja’ el cual fue un potente herbicida usado en la Guerra de Vietnam para arrasar con la selva. El producto se rociaba sobre la selva desde avionetas y la quemaba sin una sola flama; las consecuencias fueron funestas: cáncer, malformaciones en fetos, daños permanentes en suelos y vegetación. 84 veteranos de guerra al no poder demandar al gobierno por daños a la salud (la ley prohíbe que veteranos demanden al gobierno por daños durante guerras) demandaron a las compañías responsables de la fabricación del producto; fueron indemnizados con 93 millones de dólares.Las 4 millones de víctimas vietnamitas siguieron el mismo camino pero su demanda no prosperó pese a que fue tratada por el mismo juez.

Imagen: watchingfrogsboil en Flickr

Como ciudadanos tenemos derecho a reclamar por estas prácticas, a pedir que las empresas se hagan cargo de sus pasivos ambientales y de salud pública y además a que las etiquetas de nuestros alimentos nos informen con veracidad si estamos comiendo productos transgénicos.

El gobierno de Estados Unidos debe a Monsanto (y otros de cuyo nombre no quiero acordarme) los millones de la indemnización y la molestias ocasionadas, Monsanto nos debe a nosotros y nuestros hijos mucho más que esos millones y al parecer varios países han decidido a través de leyes permisivas abrirle una gran línea de crédito para que también les deba a nuestros nietos, bisnietos y futuros descendientes mucho pero mucho más, tanto que no podrá pagar.

25 de mayo: una sola voz contra Monsanto
#Monsanto #FueraMonsanto #MarchAgainstMonsanto #opmonsanto #StopMonsanto #transgénicos

Para ver y leer:
– El futuro de la comida (2004) Documental.
– El mundo según Monsanto (2008) Libro y documental.
– Comida S.A.  o Food, Inc. (2008) Documental

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La deuda de Monsanto

Imagen: Fred  en Flickr

Además de los apagones voluntarios y programados en la lucha social contra el cambio climático pocas causas mueven a tanta gente como la que tendrá lugar mañana 25 de mayo de 2013: la Jornada Internacional contra Monsanto. Probablemente has visto ya carteles de una marcha en tu ciudad, tal vez has recibido información a través de las redes sociales o has leído cientos de frases creadas para esta ocasión como «nada santo con Monsanto» o «millones contra Monsanto» y probablemente también te preguntes ¿qué ha hecho esta empresa para ganarse el repudio de tantos?

Pues bien, la historia de Monsanto es larga, llena de escándalos, de opositores pero también de dinero y apoyos gubernamentales. La empresa fue fundada por un químico estadounidense en 1901; inicialmente se dedicaban a producir sacarina y edulcorantes para refrescos, sin duda productos polémicos desde hace varias décadas; después incursionó en la producción de plásticos, en la industria química y luego produjeron la hormona sintética conocida como somatotropina bovina o rGHB recombinante. La hormona fue su primer producto escandaloso pues muchos aseguran que  produce cambios en la biología de las vacas afectando la calidad de la leche; muchos otros incluido el gobierno de Estados Unidos a través de la FDA aseguran que no es cierto; pero mientras tanto Canadá y la Unión Europea han prohibido su uso. Y ya entrados en gastos, gritos y juicios pues Monsanto no se tentó el corazón y entró en el negocio de los herbicidas y también en el que hoy lo caracteriza: los transgénicos.

Roundup MR es el nombre del herbicida que produce Monsanto; está compuesto principalmente por glifosfato el cual tiene la capacidad de inhibir la producción de aminoácidos aromáticos lo que en las plantas equivale a una muerte segura. Al principio se usaba para eliminar hierbas indeseables; el gobierno de Estados Unidos lo usó incluso para desparecer por completo plantíos de Coca en Colombia.

Una red de engaños, mentiras e interrogantes ha sostenido por años la distribución del Roundup: la empresa tuvo que enfrentar una demanda por poner en la etiqueta que el producto es «biodegradable» cuando en realidad persiste por mucho tiempo en el suelo; la Agencia de Protección Ambiental (EPA) descubrió en dos ocasiones que algunos científicos alteraban los resultados de las pruebas de toxicidad del producto; en 2009 en Argentina tras estudios científicos generados a partir de demandas Andrés Carrasco, subsecretario de Investigación Científica y Tecnológica del Ministerio de Defensa aseguró que el glifosato puede producir malformaciones neuronales, intestinales y cardíacas en los embriones humanos; la publicación de los resultados fue acompañada de cientos de notas de prensa en todo el mundo que desacreditaban tales estudios.

Su maravilloso herbicida, su producto estrella, un día dejó de ser tan perfecto, incluso para Monsanto pues resultó que mataba no sólo hierbas malas sino también cultivos deseados así que la empresa ni tarda ni perezosa creó nada menos y nada más que semillas de soja, maíz, algodón y otros cultivos resistentes al glifosfato ¿qué cómo lograron esto? pues ciencia y paciencia (y por supuesto dinero), el secreto está en la modificación genética de las semillas para crear los que hoy conocemos como «Organismo Genéticamente Modificado» (OGM) o producto transgénico.

La controversia sobre los OGM parece ser una discusión sin fin; la ONU a través de la FAO ha jugado un poco el rol de Poncio Pilatos y se ha lavado las manos declarando que:

‘La ciencia no puede afirmar que una tecnología está completamente exenta de riesgos. Los cultivos sometidos a la ingeniería genética pueden reducir algunos riesgos ambientales asociados con la agricultura convencional, pero también introducirá nuevos desafíos que habrá que afrontar. La sociedad tendrá que decidir cuándo y dónde es lo bastante segura la ingeniería genética.’ (FAO,2004)

Muchos creemos firmemente que los transgénicos son la razón perfecta para abusar de herbicidas tóxicos como el glifosfato, que generan resistencia a antibióticos que tal vez pueda pasar a las bacterias de nuestra flora intestinal, que pueden ser el disparador de nuevas alergias, intolerancias y males; que el contenido tóxico de los alimentos cada vez será mayor y que sin duda alguna y sin prueba científica que lo respalde al 100% me atrevo a decir: que al natural es mejor.

Como podrán ver la deuda de Monsanto con este planeta y con la humanidad suma una buena cantidad y el gigante sigue haciendo de las suyas con la protección de muchos pues al igual que otras empresas de fama mundial ellos también tienen quien les deba y en este caso es el Gobierno de Estados Unidos quien en la década de los 60 les encomendó la producción del ‘agente naranja’ el cual fue un potente herbicida usado en la Guerra de Vietnam para arrasar con la selva. El producto se rociaba sobre la selva desde avionetas y la quemaba sin una sola flama; las consecuencias fueron funestas: cáncer, malformaciones en fetos, daños permanentes en suelos y vegetación. 84 veteranos de guerra al no poder demandar al gobierno por daños a la salud (la ley prohíbe que veteranos demanden al gobierno por daños durante guerras) demandaron a las compañías responsables de la fabricación del producto; fueron indemnizados con 93 millones de dólares.Las 4 millones de víctimas vietnamitas siguieron el mismo camino pero su demanda no prosperó pese a que fue tratada por el mismo juez.

Imagen: watchingfrogsboil en Flickr

Como ciudadanos tenemos derecho a reclamar por estas prácticas, a pedir que las empresas se hagan cargo de sus pasivos ambientales y de salud pública y además a que las etiquetas de nuestros alimentos nos informen con veracidad si estamos comiendo productos transgénicos.

El gobierno de Estados Unidos debe a Monsanto (y otros de cuyo nombre no quiero acordarme) los millones de la indemnización y la molestias ocasionadas, Monsanto nos debe a nosotros y nuestros hijos mucho más que esos millones y al parecer varios países han decidido a través de leyes permisivas abrirle una gran línea de crédito para que también les deba a nuestros nietos, bisnietos y futuros descendientes mucho pero mucho más, tanto que no podrá pagar.

25 de mayo: una sola voz contra Monsanto
#Monsanto #FueraMonsanto #MarchAgainstMonsanto #opmonsanto #StopMonsanto #transgénicos

Para ver y leer:
– El futuro de la comida (2004) Documental.
– El mundo según Monsanto (2008) Libro y documental.
– Comida S.A.  o Food, Inc. (2008) Documental

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