Autor: JST Sanz

consumo responsablemedio ambientereciclajeResiduos

La peligrosa competencia de los Puntos Limpios


Desde hace tiempo, los Puntos Limpios han sido cercados por gestores ilegales de residuos, que esperan en la puerta para solicitar a los ciudadanos los desechos que van a depositar para, posteriormente, comerciar con aquellos que son rentables. Lamentablemente, en numerosas ocasiones los consiguen, lo que pone en marcha un proceso con varios aspectos negativos.

Antes de nada, hay que dejar claro que la actividad de estas personas no solo es ilegal sino que además es peligrosa, tanto para ellos mismos como para el beneficiario último del reciclaje, el medio ambiente. No estar autorizado como gestor no supone solamente evadir la ley, sino también no estar cualificado para la manipulación y el traslado de ciertos residuos, principalmente aquellos que tienen componentes peligrosos.

Uno de los inconvenientes de esta práctica es el erróneo tratamiento que se da a los residuos. Cuando estas personas se hacen con ellos, extraen los materiales rentables que pueden vender y el resto, por norma general, suelen abandonarlo a su suerte, rara vez depositarlo en su emplazamiento indicado.

En ciertas ocasiones, los gestores ilegales suelen buscar lugares apartados para descomponer los residuos, como parajes naturales a cierta distancia de los núcleos urbanos o polígonos industriales, donde suelen estar ubicados los Puntos Limpios. Allí abandonan todo lo que no les sirve y crean vertederos que rápidamente se convierten en graves focos de contaminación.

El resultado es que el residuo que podía haber sido depositado en un Punto Limpio y tratado según la normativa vigente, termina contaminando un espacio natural. Este acto no solo es culpa de la persona que se dedica ilegalmente a esta actividad, sino que cuenta con la complicidad del ciudadano que le ha donado sus residuos.


Hace tiempo escribí un artículo sobre la reticencia de los ciudadanos a llevar sus residuos a los Puntos Limpios, alegando que determinadas empresas hacían negocio con estos materiales. Por ello, me llama poderosamente la atención la facilidad para ceder los residuos a cualquiera que los solicite, consintiendo un tratamiento inadecuado, contaminante y, por descontado, igualmente lucrativo para estas personas que operan al margen de la ley.

Me doy cuenta de que el sistema de reciclaje no es perfecto, que tiene margen de mejora (y qué sector no sufre tal problema) pero desde luego la solución no pasa por salirse de la normativa, máxime cuando el resultado es claramente perjudicial y no ofrece más que una serie de personas que obtienen un beneficio ilegítimo sin valorar las nefastas consecuencias que sus actos tienen, tanto para ellos mismos como para su entorno.

Lo mejor que podemos hacer con los residuos especiales que generamos en el hogar, aquellos que no tienen cabida en los contenedores tradicionales, es depositarlos en un Punto Limpio. Si no sabes dónde está el más cercano, seguro que tu ayuntamiento puede informarte, tanto por teléfono como a través de su página web o de las redes sociales.
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La peligrosa competencia de los Puntos Limpios


Desde hace tiempo, los Puntos Limpios han sido cercados por gestores ilegales de residuos, que esperan en la puerta para solicitar a los ciudadanos los desechos que van a depositar para, posteriormente, comerciar con aquellos que son rentables. Lamentablemente, en numerosas ocasiones los consiguen, lo que pone en marcha un proceso con varios aspectos negativos.

Antes de nada, hay que dejar claro que la actividad de estas personas no solo es ilegal sino que además es peligrosa, tanto para ellos mismos como para el beneficiario último del reciclaje, el medio ambiente. No estar autorizado como gestor no supone solamente evadir la ley, sino también no estar cualificado para la manipulación y el traslado de ciertos residuos, principalmente aquellos que tienen componentes peligrosos.

Uno de los inconvenientes de esta práctica es el erróneo tratamiento que se da a los residuos. Cuando estas personas se hacen con ellos, extraen los materiales rentables que pueden vender y el resto, por norma general, suelen abandonarlo a su suerte, rara vez depositarlo en su emplazamiento indicado.

En ciertas ocasiones, los gestores ilegales suelen buscar lugares apartados para descomponer los residuos, como parajes naturales a cierta distancia de los núcleos urbanos o polígonos industriales, donde suelen estar ubicados los Puntos Limpios. Allí abandonan todo lo que no les sirve y crean vertederos que rápidamente se convierten en graves focos de contaminación.

El resultado es que el residuo que podía haber sido depositado en un Punto Limpio y tratado según la normativa vigente, termina contaminando un espacio natural. Este acto no solo es culpa de la persona que se dedica ilegalmente a esta actividad, sino que cuenta con la complicidad del ciudadano que le ha donado sus residuos.


Hace tiempo escribí un artículo sobre la reticencia de los ciudadanos a llevar sus residuos a los Puntos Limpios, alegando que determinadas empresas hacían negocio con estos materiales. Por ello, me llama poderosamente la atención la facilidad para ceder los residuos a cualquiera que los solicite, consintiendo un tratamiento inadecuado, contaminante y, por descontado, igualmente lucrativo para estas personas que operan al margen de la ley.

Me doy cuenta de que el sistema de reciclaje no es perfecto, que tiene margen de mejora (y qué sector no sufre tal problema) pero desde luego la solución no pasa por salirse de la normativa, máxime cuando el resultado es claramente perjudicial y no ofrece más que una serie de personas que obtienen un beneficio ilegítimo sin valorar las nefastas consecuencias que sus actos tienen, tanto para ellos mismos como para su entorno.

Lo mejor que podemos hacer con los residuos especiales que generamos en el hogar, aquellos que no tienen cabida en los contenedores tradicionales, es depositarlos en un Punto Limpio. Si no sabes dónde está el más cercano, seguro que tu ayuntamiento puede informarte, tanto por teléfono como a través de su página web o de las redes sociales.
faunamedio ambiente

Podría ser peor: los Jameos del Agua

Me vengo quejando bastante del turismo en los parques nacionales, que creo que contraviene la esencia de estos espacios protegidos, que no es otra que conservar un entorno natural y único. Sin embargo, no hay como visitar un lugar aún más maltratado para darse cuenta de que el turismo bien gestionado puede hasta no ser tan malo (algo que negaré haber escrito, alegando un hackeo del blog).



Los Jameos del Agua, una de las atracciones turísticas más demandadas de la isla de Lanzarote, no es sino un auténtico despropósito. Lo que se supone que va a ser la visita a un espectáculo de la naturaleza en un tubo volcánico, se convierte en una sesión de no dar crédito y de contemplar, con horror, cómo el ser humano puede ser destructivo y además jactarse de ello.

La última sensación que tiene el visitante dentro de este espacio es que está en un entorno natural. Las paredes pintadas de blanco, las luces incrustadas en las rocas, el suelo de mármol y, obviamente, las mesas del restaurante y de la cafetería convierten este lugar en uno de los bares mejor decorados que he visto, a costa de la manipulación sin contemplaciones de la naturaleza.


Quizás por eso sorprenda más aún la presencia en el lago interior de una especie endémica, Munidopsis polymorpha, un tipo de cangrejo blanco que se puede observar sin mayores problemas durante la visita y que está en peligro de extinción. Uno de los motivos de su delicada situación es, sorpresa, la presencia de visitantes en los Jameos del Agua y una horrible y extendida costumbre: la de arrojar monedas a cualquier fuente o curso de agua que sea objeto de turismo masivo.

El óxido que desprenden estas piezas ha puesto en serio peligro la supervivencia de los decápodos, lo cual se ha intentado paliar con la prohibición de este gesto. Algo que no me deja tranquilo, conocida la cabezonería que solemos tener en cuestiones de creencias estúpidas. ¿No sería más eficaz prohibir la presencia de visitantes que colocar un cartel junto al lago?


La artificialidad se hace oficial al observar la piscina, un lujo para grabar un vídeo musical a lo Justin Bieber o para dar una fiesta de lo más exclusiva, pero carente de interés para el visitante que pueda entrar buscando el atractivo volcánico de la isla de Lanzarote. Algo que sí se encuentra, alivio, en la Casa de los Volcanes, donde se puede conocer la dinámica y la historia de la actividad magmática en las Islas Canarias y que hace que merezca la pena la visita a este enclave, que para mi grupo supuso la misma inversión económica que el acceso al Parque Nacional de Timanfaya. No hay color en la comparativa calidad-precio.

Quizás no entienda el arte o sea un radical de la conservación de los espacios naturales, pero vender como enclave natural único un lugar que tiene un restaurante, una cafetería, una piscina y un auditorio no me parece de lo más honesto, máxime cuando estamos hablando de un sitio tan maltratado por la mano del hombre.
faunamedio ambiente

Podría ser peor: los Jameos del Agua

Me vengo quejando bastante del turismo en los parques nacionales, que creo que contraviene la esencia de estos espacios protegidos, que no es otra que conservar un entorno natural y único. Sin embargo, no hay como visitar un lugar aún más maltratado para darse cuenta de que el turismo bien gestionado puede hasta no ser tan malo (algo que negaré haber escrito, alegando un hackeo del blog).



Los Jameos del Agua, una de las atracciones turísticas más demandadas de la isla de Lanzarote, no es sino un auténtico despropósito. Lo que se supone que va a ser la visita a un espectáculo de la naturaleza en un tubo volcánico, se convierte en una sesión de no dar crédito y de contemplar, con horror, cómo el ser humano puede ser destructivo y además jactarse de ello.

La última sensación que tiene el visitante dentro de este espacio es que está en un entorno natural. Las paredes pintadas de blanco, las luces incrustadas en las rocas, el suelo de mármol y, obviamente, las mesas del restaurante y de la cafetería convierten este lugar en uno de los bares mejor decorados que he visto, a costa de la manipulación sin contemplaciones de la naturaleza.


Quizás por eso sorprenda más aún la presencia en el lago interior de una especie endémica, Munidopsis polymorpha, un tipo de cangrejo blanco que se puede observar sin mayores problemas durante la visita y que está en peligro de extinción. Uno de los motivos de su delicada situación es, sorpresa, la presencia de visitantes en los Jameos del Agua y una horrible y extendida costumbre: la de arrojar monedas a cualquier fuente o curso de agua que sea objeto de turismo masivo.

El óxido que desprenden estas piezas ha puesto en serio peligro la supervivencia de los decápodos, lo cual se ha intentado paliar con la prohibición de este gesto. Algo que no me deja tranquilo, conocida la cabezonería que solemos tener en cuestiones de creencias estúpidas. ¿No sería más eficaz prohibir la presencia de visitantes que colocar un cartel junto al lago?


La artificialidad se hace oficial al observar la piscina, un lujo para grabar un vídeo musical a lo Justin Bieber o para dar una fiesta de lo más exclusiva, pero carente de interés para el visitante que pueda entrar buscando el atractivo volcánico de la isla de Lanzarote. Algo que sí se encuentra, alivio, en la Casa de los Volcanes, donde se puede conocer la dinámica y la historia de la actividad magmática en las Islas Canarias y que hace que merezca la pena la visita a este enclave, que para mi grupo supuso la misma inversión económica que el acceso al Parque Nacional de Timanfaya. No hay color en la comparativa calidad-precio.

Quizás no entienda el arte o sea un radical de la conservación de los espacios naturales, pero vender como enclave natural único un lugar que tiene un restaurante, una cafetería, una piscina y un auditorio no me parece de lo más honesto, máxime cuando estamos hablando de un sitio tan maltratado por la mano del hombre.
atmósferaCambio ClimáticoEconomíaLegislación Ambientalmedio ambiente

Cuando el medio ambiente es un obstáculo para la economía

El medio ambiente es un entretenimiento para cuando no hay preocupaciones verdaderas, como el dinero, el dinero o el dinero. Así lo deben pensar los políticos y así queda retratado día a día durante esta inventada crisis. El último en demostrarlo, David Cameron, primer ministro británico, que pretende eliminar o modificar hasta 3.000 normas ambientales que estorban a las economías de las empresas. Esta medida le supondrá a las pymes, según Londres, un ahorro de 850 millones de libras al año.




Cameron asegura que, con esta decisión, no se verá comprometida la protección ambiental básica, algo de lo cual su gobierno hizo bandera al comienzo de la legislatura, autoproclamándose el más verde de la historia del país anglosajón. Sin embargo, el anuncio se suma a las críticas recibidas por la coalición gubernamental tras suavizar los requisitos para construir en zonas verdes.

De ser cierto que el medio ambiente no quedará desprotegido, significaría que la normativa ambiental británica necesitaba una profunda revisión y estaba llena de “normas ridículas”, como el propio dirigente las definió. David Cameron asegura que muchas de estas leyes están obsoletas y es hora de acabar con ellas.

Y es que para las industrias británicas debe ser una auténtica lata tener que preocuparse por los niveles de emisión de sus fábricas, el ruido de sus obras o los impactos que sus actividades puedan provocarle a los animales o al medio en el que tienen lugar. Y para colmo, muchas de estas normas suponen sanciones al incumplimiento de sus criterios. Válgame.


Además, no solo hablamos de pagar una multa cuando se contamina por encima de lo establecido, hay que pensar en las medidas preventivas, como pueda ser la instalación de filtros o sistemas de depuración de gases, el aislamiento de las zonas más ruidosas o las molestas inspecciones para determinar si todo está en orden.

Esto no viene más que a confirmar que el medio ambiente es un capricho para el sistema capitalista y, en esta crisis que el propio sistema ha provocado y de la que pretende salir con medidas no capitalistas, como las intervenciones estatales, no hay lugar para gastos tontos. Si los ejecutivos han dejado de pulirse el dinero en yates, mansiones y otros lujos, ya sabéis, “por la crisis”, no van a permitir que sus empresas tiren miles de euros en caprichos que ni siquiera son suyos, sino de los ecologistas.


Qué sabrán ellos de economía, el sistema en la actualidad no se puede permitir pensar en si la actividad industrial provoca la muerte de unos animales o si los gases emitidos a la atmósfera destruyen unas (económicamente) improductivas plantas. Ya habrá tiempo, cuando se pase la crisis y volvamos a gastar dinero de forma descontrolada, de pensar en el medio ambiente.

El problema es que el planeta no concede prórrogas. Las emisiones atmosféricas, la contaminación del suelo y las aguas, la aniquilación de especies, la deforestación, la sobreexplotación de los recursos naturales, todo sigue aumentando y causando cada vez más efectos negativos. No podemos actuar cuando nos convenga, hay que hacerlo cuando sea necesario y el momento es ahora, es más, hace mucho tiempo que es el momento de actuar. Si seguimos sin hacerlo y, peor aún, retiramos las pocas y leves iniciativas para salvaguardar la salud del planeta, llegará un día en que nos queramos arrepentir y ya sea tarde.
atmósferaCambio ClimáticoEconomíaLegislación Ambientalmedio ambiente

Cuando el medio ambiente es un obstáculo para la economía

El medio ambiente es un entretenimiento para cuando no hay preocupaciones verdaderas, como el dinero, el dinero o el dinero. Así lo deben pensar los políticos y así queda retratado día a día durante esta inventada crisis. El último en demostrarlo, David Cameron, primer ministro británico, que pretende eliminar o modificar hasta 3.000 normas ambientales que estorban a las economías de las empresas. Esta medida le supondrá a las pymes, según Londres, un ahorro de 850 millones de libras al año.




Cameron asegura que, con esta decisión, no se verá comprometida la protección ambiental básica, algo de lo cual su gobierno hizo bandera al comienzo de la legislatura, autoproclamándose el más verde de la historia del país anglosajón. Sin embargo, el anuncio se suma a las críticas recibidas por la coalición gubernamental tras suavizar los requisitos para construir en zonas verdes.

De ser cierto que el medio ambiente no quedará desprotegido, significaría que la normativa ambiental británica necesitaba una profunda revisión y estaba llena de “normas ridículas”, como el propio dirigente las definió. David Cameron asegura que muchas de estas leyes están obsoletas y es hora de acabar con ellas.

Y es que para las industrias británicas debe ser una auténtica lata tener que preocuparse por los niveles de emisión de sus fábricas, el ruido de sus obras o los impactos que sus actividades puedan provocarle a los animales o al medio en el que tienen lugar. Y para colmo, muchas de estas normas suponen sanciones al incumplimiento de sus criterios. Válgame.


Además, no solo hablamos de pagar una multa cuando se contamina por encima de lo establecido, hay que pensar en las medidas preventivas, como pueda ser la instalación de filtros o sistemas de depuración de gases, el aislamiento de las zonas más ruidosas o las molestas inspecciones para determinar si todo está en orden.

Esto no viene más que a confirmar que el medio ambiente es un capricho para el sistema capitalista y, en esta crisis que el propio sistema ha provocado y de la que pretende salir con medidas no capitalistas, como las intervenciones estatales, no hay lugar para gastos tontos. Si los ejecutivos han dejado de pulirse el dinero en yates, mansiones y otros lujos, ya sabéis, “por la crisis”, no van a permitir que sus empresas tiren miles de euros en caprichos que ni siquiera son suyos, sino de los ecologistas.


Qué sabrán ellos de economía, el sistema en la actualidad no se puede permitir pensar en si la actividad industrial provoca la muerte de unos animales o si los gases emitidos a la atmósfera destruyen unas (económicamente) improductivas plantas. Ya habrá tiempo, cuando se pase la crisis y volvamos a gastar dinero de forma descontrolada, de pensar en el medio ambiente.

El problema es que el planeta no concede prórrogas. Las emisiones atmosféricas, la contaminación del suelo y las aguas, la aniquilación de especies, la deforestación, la sobreexplotación de los recursos naturales, todo sigue aumentando y causando cada vez más efectos negativos. No podemos actuar cuando nos convenga, hay que hacerlo cuando sea necesario y el momento es ahora, es más, hace mucho tiempo que es el momento de actuar. Si seguimos sin hacerlo y, peor aún, retiramos las pocas y leves iniciativas para salvaguardar la salud del planeta, llegará un día en que nos queramos arrepentir y ya sea tarde.