¿Cómo llegaron tus envases a Malasia?

Publicado en: productor de sostenibilidad por alvizlo. Texto original

Según informa Antonio Cerrillo en La Vanguardia, Yeo Bee Yin, ministra de Medio Ambiente de Malasia, también se va a poner dura con los residuos. Por lo visto, su país está siendo destino, en parte, de los plásticos que anteriormente enviábamos a China. Greenpeace pone de manifiesto en su informe “Reciclar no es suficiente: la gestión de residuos de envases plásticos en España” que envases de plástico españoles acaban en Malasia. La pregunta es ¿cómo llegan hasta allí si yo los dejé en el contenedor amarillo?

Entender el viaje hasta un vertedero de Malasia del plástico de un paquete de refrescos de cola que tú has dejado en el contenedor amarillo en Madrid no es fácil. Pero voy a intentar explicarlo. Si te quedan dudas pregunta en los comentarios, que para eso están.

El contenedor amarillo, destinado a lo que denominamos “envases ligeros”, es recogido por un camión compactador, que vacía los contenedores de una ruta y lleva los residuos a una planta de clasificación de envases. Normalmente, este servicio de recogida lo presa una empresa privada a la que se le adjudica por concurso público esta función. Sus ingresos dependen del importe de la adjudicación.

Contenedores de recogida selectiva en Madrid

Planta de clasificación de envases

Las plantas de clasificación de envases, en general, son instalaciones de titularidad pública y gestión privada. Muchas se han construido con cargo a fondos públicos, en una parte importante, europeos.

En la planta de clasificación de envases se descargan los camiones que recogen lo que has depositado en el contenedor amarillo y se procesa para rescatar los materiales que sean valiosos para el reciclaje.

Cada planta tiene sus matices de funcionamiento, pero todas tienen en común que entra mucha basura y tienen que procesarla rápido. No pueden almacenar toneladas y toneladas de residuos de envases.

Así, lo que se descarga pasa a una cinta transportadora sobre la que se suceden distintos procesos encaminados a rescatar todo lo que se pueda en el tiempo que dura el viaje desde el principio al final de la planta de clasificación.

En primer lugar se separan voluminosos, residuos que por su tamaño estropearían el proceso de clasificación y que, seguramente, no deberían estar allí. Se puede hacer a mano o con sistemas mecánicos. En ambos casos durante este proceso también existe algún mecanismo (manual o mecánico) para abrir las bolsas en las que se presentan los residuos de envases para su recogida.

Con el contenido de tu bolsa de basura sobre la cinta empieza la clasificación o triaje. Aquí puede haber personas separando a mano distintos materiales: cartones grandes, plásticos de envases grandes (botellas de detergente, suavizante, geles…). Es personal especializado en el material que rescata del flujo y consigue retirar materiales muy valiosos para el reciclaje: se han separado uno a uno y no van muy mezclados con otros materiales.

A continuación empieza un proceso mecánico que separa los materiales por distintos criterios. El primero suele ser un trómel. Es una especie de tambor de lavadora muy grande que tiene agujeros en sus paredes de un tamaño fijo. Es un criterio de diseño de la planta, dado que buscamos separar envases dejamos que cosas “pequeñas” caigan por los agujeros del trómel.

Un vídeo (no es funcinamiento real en la planta de clasificación, pero es un trómel) mejor que mil palabras:

De esta forma los restos pastosos que han escurrido durante el transporte, restos de comida que pudieran llegar con los envases… se quedan en este paso y no siguen adelante.

Por esos agujeros caen cosas más pequeñas del diámetro que, dependiendo de los criterios de diseño y funcionamiento de la instalación, puede ser de unos 10 centímetros. Es decir, por aquí se cuelan envases monodosis, pajitas, cuberterías de plástico, vasos, alguna botella, alguna que otra bolsa… tapas y tapones varios. Y trozos pequeños de otros materiales. Si tiraste una pila al contenedor amarillo, un vidrio que se rompiera en el camino, quizá una factura hecha mil pedazos… posiblemente han acabado aquí. Una mezcla compleja y difícil de procesar. Pero de la que se podrían sacar algunos materiales, incluidos plásticos, para reciclar.

Entre lo que sigue adelante tenemos todavía varios tipos de materiales que van pasando por distintos sistemas de clasificación. Con un imán metales férricos, con una corriente de Foucault los envases de aluminio. Con una corriente de aire potente se hacen volar cosas ligeras, normalmente plásticos de bolsas y otros envoltorios… y, si la planta está preparada, con sensores ópticos se distinguen varios tipos de plástico.

Llegamos al final de la cinta transportadora, donde cae, dependiendo de la instalación, alrededor del 25% de lo que entró. Se considera que esto no es aprovechable, pero pueden quedar materiales que no han sido identificados correctamente por los distintos procesos, que estaban debajo o encima de otro material diferente en el momento que pasaban por la cinta…

¿Agotador? Te dejo un vídeo de una planta de tratamiento de vidrio, tristemente famosa en estos días, para que entiendas un poco cómo va la cinta transportadora. El proceso es algo distinto al de una planta de clasificación de envases ligeros, pero sirve para hacerse a la idea.

Nos habíamos quedado a la salida de la planta de clasificación de envases. Toca seguir la pista a los distintos flujos que habíamos apuntado:

  • Plásticos “grandes” separados a mano.
  • Cartones “grandes” separados a mano.
  • Metales férricos.
  • Residuos de aluminio.
  • Plásticos mezcados con cosas que caen del trómel.
  • Distintos plásticos de menor valor separados en el proceso.
  • Restos que no se han conseguido separar.

Ahora hay que buscar un mercado para colocar los resultados del proceso de clasificación. Los cuatro primeros paquetes no tienen problema: hay demanda de materiales para fabricar cosas. La clave está en conseguir materiales de calidad suficiente para que sean materias primas. Eso ocurre en el siguiente paso, los gestores de residuos.

Gestores de residuos

Existen distintos tipos de gestores de residuos. En este contexto, es un concepto genérico que va desde el transporte o el almacenamiento a la selección de materiales o su tratamiento. Por lo general, son pequeñas y medianas empresas, todas sujetas a obligaciones legales e intervención administrativa, que se especializan en funciones concretas.

Algunas se hacen con uno de los cuatro primeros paquetes y lo reprocesan. Así, de esos “plásticos grandes” consiguen separarlos para mejorar el porcentaje de un determinado material. Si, por ejemplo, tienen una planta especializada en recoger PET, procesan su paquete de plásticos de PET que salía de la planta de clasificación con un 80% de PET y consiguen un PET al 99%. Esto quiere decir que una parte sigue adelante y otra no avanza en el proceso de reciclaje.

Después ese material reprocesado viaja a otra instalación especializada en coger el PET y hacer escamas de PET que pueden fundirse y ser nueva materia prima. Este tiene que procesar el PET y quitar las impurezas que todavía queden (etiquetas, tapones de otro material, otros plásticos que se han colado en los procesos anteriores). También tiene su porcentaje de rechazo.

Los rechazos de los distintos gestores pueden ir a eliminación (vertedero o incineración) o seguir conteniendo materiales que los hagan ser valiosos para otros gestores especializados.

plásticos, metales, materia orgánica, papel y cartón, recuperados en una planta de clasificación de residuos

Así, los distintos residuos que salen de la planta de clasificación pasan por varios gestores, que algunas veces se denominan intermediarios, que van rescatando, para poner en valor (o valorizar), los materiales que previamente se clasificaron en la planta que procesó los residuos que dejaste en el contenedor amarillo.

Evidentemente, los materiales más “limpios” encuentran salida antes, mientras las mezclas no suelen resultar atractivas. Rescatar materiales de mezclas complejas, como lo que caía por el trómel de la planta de clasificación, requiere invertir esfuerzo y recursos, con resultados poco provechosos. Por eso es tan importante que separemos los residuos en origen de acuerdo con los criterios del sistema de recogida al que se los estamos entregando.

Así pues, estas empresas gestoras de residuos trabajan con materiales. Lo que venden es acero, hierro, PET, poliestierno… con un porcentaje de pureza que puede interesar al siguiente. A sus clientes finales, los que funden el material para hacer materias primas, les da igual (si el material es suficientemente “puro”) que el aluminio viniese de una lata o del perfil de una ventana, que el plástico fuese un envase o un juguete.

Y a los gestores también. Recibirán latas de plantas de clasificación, de talleres de aluminio, de chatarrerías, de traperos y de rebuscadores. Si son empresas serias intentarán tener una trazabilidad al origen del material y una contabilidad escrupulosa. Pero algunos se las ingenian para dar salida al cobre que desaparece de los cables de las farolas.

A un mismo gestor pueden llegar plásticos mezclados de clasificación del contenedor amarillo y el contenedor compactador de un centro comercial con los plásticos de envases comerciales que no se admiten en el contenedor amarillo y tienen que llevar una gestión propia. Incluso los restos de plástico de una fábrica de recambios para coches.

En este punto se pierde la trazabilidad para una parte importante de los residuos de envases. Son mezclados con otros flujos de residuos para conseguir cantidades de material suficientemente importantes como para interesar al siguiente de la cadena.

Si el material tiene la calidad suficiente para ser convertido en materia prima no hay más problema. Se cierra el ciclo del reciclaje y listo. La cuestión es qué hacemos con mezclas complejas que no hay forma de reciclar, eliminar en Europa resulta costoso y procesar para separar resulta todavía más caro.

La Convención de Basilea

El problema del tránsito de residuos de unos países a otros no es nuevo. Si bien con el foco puesto en los residuos peligrosos, la comunidad internacional empezó a tomar cartas en el asunto en la década de 1980, adoptando la Convención de Basilea en 1989. Esta norma internacional es el origen de gran parte de la legislación vigente sobre residuos.

Entre sus disposiciones establece normas que limitan el movimiento transfronterizo de desechos. Y es lo que alega Yeo Bee Yin para exigir a España responsabilidades por los plásticos que acaban ilegalmente en Malasia.

Como pasaba con China, el problema no está en llevar materiales a otro país para que sean reciclados allí. La cuestión es que lo que enviamos la parte que no somos capaces de procesar o eliminar aquí porque nos resulta demasiado caro.

China fue la primera gran potencia importadora de basuras plásticas en poner freno. Cuando empezó a ver que lo que le llegaba le generaba más problemas que beneficios puso límites a este tránsito de residuos. Desde aquí los gestores envían material que se etiqueta como reciclable. Y sí, con mucho tiempo y mucha mano de obra hay materiales que pueden rescatarse para su reciclaje. Pero la mayoría son materiales de ínfima calidad que acaban colmatando los vertederos y saturando las incineradoras de los países de destino.

Y sí, entre esos plásticos exportados de mala manera hay algunos de los envases que compras en España y depositas religiosamente en el contenedor amarillo. Posiblemente muchos de los que se escapan por los agujeros del trómel.

¿Me cabreo y dejo de separar mis residuos?

No. Por supuesto que no. Tenemos que participar en el sistema de recogida selectiva, pese a que la Unión Europea nos exige desde 2008 que lo cambiemos por uno de recogida separada que favorezca el reciclaje de materiales.

El porcentaje en peso de los residuos de envase que acaba en Malasia es más una evidencia de las necesidades de mejora del sistema de recogida y gestión de envases, un toque de atención sobre lo insostenible del consumo basado en envases de usar y tirar, que otra cosa.

Lo que sí tenemos que reclamar es la correcta aplicación de la legislación y una mayor transparencia en los datos sobre gestión de residuos. En España el contenedor amarillo está secuestrado por Ecoembalajes España, S.A. y es un problema serio para avanzar en el reciclaje de materiales. Es preocupante que estamos muy lejos de cumplir con las obligaciones europeas y todos las personas que vivimos en España pagaremos en multas y tasas por eliminación de basuras lo que durante 20 años de funcionamiento de Ecoembes ha dejado de invertir en prevención y reutilización de envases.

Lo preocupante es la cantidad (medida en unidades) y variedad de envase adheridos a Ecoembes que no se pueden recuperar ni reciclar con un sistema de contenedores de colores. Y el problema a estudiar es cómo estos mismos envases dificultan y encarecen el tratamiento y la recuperación de los que sí son valiosos para la industria del reciclaje.

Por otro lado, podemos afirmar que Ecoembes no envía un solo envase a Malasia. Es el sistema de recogida que gestiona el que los envía a través de gestores de residuos que intentan rescatar de los restos del contenedor amarillo los materiales que, recogidos de otra forma, se convertirían fácilmente en materias primas.

Por eso, las preguntas que tenemos que trasladar a los responsables pertinentes son ¿cuántos de los envases que se ponen en el mercado español adheridos a Ecoembes acaban en Malasia? ¿Cuántos envases recogidos en el contenedor amarillo en España acaban cada año en Malasia?

Porque señoras y señores, Malasia está dispuesta a hacernos pagar a todos la factura por los plásticos que han acabado allí. Incluidos los que pasaron sin pena ni gloria por el contenedor amarillo.

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