Sin sentido y con sensibilidad

Publicado en: Andanzas de un Trotalomas por Trotalomas. Texto original

Cuando unos meses atrás vi que desde el Foro Ambiental de la UNED habían programado en Málaga una charla sobre especies invasoras, en particular sobre las cotorras argentinas (Myiopsitta monachus) que pueblan la ciudad, tomé buena nota en la agenda para seguir el evento. Finalmente, aunque no me fue posible asistir esa tarde a la charla, seguí con interés las noticias que fueron surgiendo a partir de la misma. En ellas se hacía notar que las propuestas de los expertos incluían la eliminación de las cotorras mediante el uso de carabinas de aire comprimido, acordonando zonas de la ciudad y abatiendo a las aves. Las reacciones no se hicieron de esperar: ciertos sectores de la ciudadanía lamentaban esta decisión, especialmente los grupos animalistas. El PACMA anunció una propuesta de controlar a medio plazo las poblaciones de cotorra mediante el uso de piensos esterilizantes. A mí me dio por compartir en Twitter esta medida y lo poco conveniente que resultaba, por desgracia, para controlar las poblaciones de cotorra y evitar los daños a la fauna y a la agricultura y se lió buena:

Todo empezó por aquí y siguió liándose a partir de este tuit.

El caso es que ya días atrás defendía en algún grupo de WhatsApp de pajareros aficionados a la ornitología que, a pesar de lo errado de las propuestas de PACMA, tampoco era cuestión el generalizar y tratar como ignorantes a todos los integrantes de estos grupos de ecologistas/animalistas. Mi experiencia personal me dice que en ellos hay de todo, como en cualquier grupo humano. Yo he colaborado con miembros de agrupaciones ecologistas para tratar de frenar algunos desaguisados y, como bien sabéis quienes me habéis leído desde hace tiempo, soy miembro de una agrupación de voluntariado ambiental. Creo que no es excluyente ser ecologista y ecólogo (el gran González Bernáldez, por ejemplo, lo demostró), es más, lo ideal sería que cualquier ecologista fuese, al menos, escéptico, que tuviese mentalidad crítica, científica, y cuestionase las verdades absolutas tratando de mantener una visión global e informada. (Algo que, por ejemplo, me gusta de Ciencias Ambientales es esa visión general que ofrece sobre nuestro entorno.) Después de la historia de Twitter (y del absoluto silencio en que se ha mantenido el perfil oficial de PACMA tras dos días de intensas discusiones sobre el tema) la verdad es que voy a terminar por dar la razón, aunque sea parcialmente, a quienes cuestionan la seriedad de esta agrupación política y social. Y si no, que me demuestren por qué no debería hacerlo.

Volviendo al tema que nos ocupa, las cotorras en Málaga (algo que sería extrapolable a otras ciudades, como Madrid, Barcelona o Sevilla, y esta última, que es la que nos queda más cerca, como ejemplo a no seguir a la hora de demorar las decisiones que están sufriendo los nóctulos), lo cierto es que es un problema que viene de lejos. Llevo viviendo en la provincia algo más de una década y desde que llegué me llamó la atención la proliferación de nidos de cotorras tanto en la capital como en el resto de la provincia, conforme la iba conociendo mejor, incluyendo parajes protegidos como la Desembocadura del Guadalhorce. Ya antaño, en la época en que vivía en Granada, recuerdo ver una colonia creciente de cotorras argentinas que anidaba en la zona del barrio de Bobadilla, a la entrada de la Chana, y que me sorprendía por su adaptación al clima de Granada capital, ciertamente más exigente que el de Málaga con sus fríos inviernos con temperaturas bajo cero. A lo largo de este tiempo las colonias de cotorra han crecido de una forma espectacular (y aterradora). La ausencia de predadores naturales, su inteligencia y adaptabilidad, han supuesto una ventaja competitiva frente a otras especies autóctonas que ahora sufren la presión de una población creciente de cotorras. No pueden más que venirme a la cabeza nuestros gorriones comunes (cada vez menos, por desgracia) que, por si no tenían bastante con las tórtolas turcas, ahora han de competir por los recursos (alimento, zonas de nidificación…) con las cotorras.

PACMA planteaba el uso de pienso esterilizante para controlar el crecimiento de las colonias de cotorra. Este método conlleva varios problemas que lo hacen inviable. Por un lado, no es posible asegurar que el 100 % de la población de cotorras llegue a ser estéril. Se podría frenar así el crecimiento de sus poblaciones, pero no aseguraríamos su exterminio local a largo plazo. Por otro lado, es un método no selectivo, por lo que nada nos aseguraría que el pienso no pueda ser ingerido por otras especies que no interese controlar, incluyendo aquellas que están en franca regresión a nivel europeo (como los gorriones). También es un método lento: las cotorras pueden vivir en torno a 15 años, por lo que, aunque llegase a frenarse el crecimiento de sus poblaciones, durante ese tiempo seguirían constituyendo un problema para los ecosistemas (incluyendo agroecosistemas) en los que se encontrasen. Y, además, según indica la SEO, los componentes esterilizantes de estos piensos podrían pasar a otras especies depredadoras, como por ejemplo los halcones peregrinos y otras rapaces que se encuentran en la ciudad y su entorno, perjudicando la viabilidad de sus poblaciones locales.

Por otro lado, otros métodos propuestos, como la captura mediante trampas (de dudosa viabilidad, dado el escaso éxito de capturas en estas aves que, por su inteligencia, son difíciles de engañar), mediante el uso de dardos sedantes (resulta difícil calcular la cantidad de anestesia para aves tan pequeñas, aparte del daño que se harían al caer dormidas, golpeándose con las ramas y el suelo), no son demasiado efectivos. Y habría que cuestionarse también lo ético de, una vez capturadas, qué hacer con esas aves: ¿las encerramos y mantenemos en cautividad de por vida, durante varios lustros? ¿Se “repatrian”, siendo especímenes que han nacido aquí en España, que pueden mostrar comportamiento anómalos y más agresivos que en su lugar de origen, que podrían portar parásitos y enfermedades a las poblaciones locales? Independientemente del coste económico de estas medidas, lo fundamental es que no resultan viables y, por desgracia (como decía en Twitter, a ninguno nos gusta que tengan que sacrificar a estos animales), no dan rápida solución a un problema que está afectando a otras especies autóctonas.

En resumen, que a nadie le gusta ver y saber que hay que sacrificar a unos animales que están aquí porque el hombre decidió traer a sus ascendientes para que sirviesen de animales de compañía. Y que, hartos de ellos, de sus ruidos y chismorreos, los dejasen en libertad para quitarse un problema creando uno mayor para nuestro entorno. El hombre aquí es el culpable directo, está claro. Y lo será también, de forma más o menos directa, cuando el cambio climático, por ejemplo, obligue a migrar o facilite el establecimiento de otras especies alóctonas, o expulse (o extinga) a especies autóctonas. Pero, en cualquier caso, lo primero que deberíamos exigirnos es capacidad de realizar una autocrítica informada, poniendo sobre la mesa todas las variables que entran en juego en este tipo de problemas siempre complejos. Para eso es fundamental informar a la población. Días atrás oía una conversación entre dos ciudadanos en la que mantenían que el virus que estaba matando a las tórtolas del parque Huelin de Málaga lo habían introducido los que querían ver el parque libre de tórtolas y que las próximas iban a ser las cotorras. La ignorancia es lo que deberíamos hacernos mirar.

Para saber más:

 

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