Publicado en: productor de sostenibilidad por alvizlo. Texto original
Leo con mucha pena la columna de José Luis (Eco)Gallejo en la Vanguardia. Como él mismo escribe, es un reconocido y experimentado divulgador ambiental, por lo que duele especialmente el insulto a la inteligencia colectiva que publica bajo el título “Mentiras contra el reciclaje”.
Por empezar por algún sitio, en el artículo se lee que “El sistema de depósito en los contenedores selectivos (azul, verde y amarillo)” … “es gratuito para el consumidor y no requiere el pago de una tasa previa por gestionar un residuo“. Un poco más abajo “Las empresas envasadoras tampoco se benefician del reciclaje sino todo lo contrario: pagan para que sea posible” y que “Todo lo que se recauda mediante la tasa de reciclado (el símbolo del punto verde que aparece en las etiquetas) se destina a promover la participación ciudadana en la recogida selectiva, hacerla posible y garantizar que los residuos depositados en los contenedores van a reciclaje.”
A la vista de lo anterior, no hace falta salir de su escrito para encontrar la primera mentira, o al menos, contradicción: si el sistema de contenedores de recogida selectiva se financia con una tasa que se refleja en un “punto verde” en las etiquetas de los envases: alguien paga una una cantidad que no llamaremos tasa. Podríamos suponer que no se repercute de ninguna manera al consumidor y que la asumen las empresas envasadoras, pero lo cierto es que si no tuviesen que pagarla podrían bajar el precio de los productos envasados que ponen en el mercado manteniendo el mismo margen de beneficios. Luego, querido José Luis, antes de que nuestros envases se conviertan en residuos ya hemos pagado el importe que hace posible la “magia” de la recogida selectiva.
La “no tasa” suma 441.382.000 millones de euros que el sistema integrado de gestión de envases (porque sólo hay uno si hablamos de contenedor amarillo) ingresó en 2013. Jurídicamente esta entidad no tiene ánimo de lucro (a pesar de ser una sociedad anónima), pero sí un modelo de negocio muy claro: evitar con todas sus fuerzas (cuatrocientos millones de euros al año) que se instale en España el sistema de depósito devolución y retorno de envases. Como consecuencia aparece un incentivo perverso: se favorece la generalización de envases de usar y tirar.
Con todo ese dinero se pueden hacer muchas cosas, como patrocinar el Congreso Nacional de Periodismo Ambiental en el que el sistema integrado de gestión ambiental patrocinador recibe el premio a la transparencia informativa otorgado por la entidad organizadora del congreso. O crear un premio dotado con 3.000 euros para el trabajo periodístico más afín a la causa. O financiar cátedras universitarias en las que imparte formación parte del cuadro directivo de la entidad sin ánimo de lucro y en cuyos programas formativos se beca la participación de periodistas, políticos y cualquiera que tenga algo que decir o decidir sobre el modelo de gestión de residuos.
Que, por cierto, no funciona. Basta asomarse a la ventana para ver que la dotación de contenedores amarillos no es adecuada. Basta ver los bailes de cifras para comprender que algo falla. O leer la Directiva 2008/98/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 19 de noviembre de 2008 , sobre los residuos, para darse cuenta que en España, en general, la gestión de residuos no se está haciendo fenomenal. Tenemos vertederos que reciben directamente los residuos desde los contenedores de recogida selectiva, los datos institucionales son cuestionados por ecologistas, técnicos y científicos… Y seguimos empeñados en defender y mantener un modelo que en 2015 será contrario a los compromisos adquiridos con la Unión Europea, que nos impone priorizar en la reutilización y hacer una recogida separada por materiales. ¿Alguien está divulgando en España al respecto? En todo caso será alguien cuyo trabajo no dependa de la inversión del sistema integrado de gestión en la empresa que le paga la nómina.
Por cierto, el objetivo del sistema integrado de gestión, si acudimos a la legislación, debería ser recoger los envases usados y residuos de envases garantizando el cumplimiento de los objetivos de reciclado y valorización. No basta con “promover el reciclado de los envases vacíos y de los residuos de envases que se colocan en el mercado”.
Otra graciosa es el tándem “nadie cobra por reciclar” con “La industria de la recuperación y el reciclado de los residuos domésticos” … “es uno de los principales yacimientos de empleo de la denominada “economía verde”“. Si la gestión de residuos genera empleo será porque mueve dinero y alguien se lucra con la gestión mis residuos. Quitando el sistema integrado de gestión (cuyos puestos de trabajo dependen de que decidamos generar una alta cantidad de residuos reciclables y no nos decantemos por en envase reutilizable) el resto de los agentes son empresas privadas que se lucran, todo lo que pueden, con su actividad. Es muy curioso que un naturalista defienda como “economía verde” a algo que no aporta la mejor solución al problema de los residuos: ¿por qué no divulgamos y favorecemos sistemas basados en la prevención de residuos o la reutilización? ¿acaso no sería una economía más verde que la del reciclaje?.
Otra muy buena para justificar la labor del sistema integrado de gestión es decir que sus “cuentas son auditadas e inspeccionadas“. Y lo están igual que estuvieron las cuentas de Bankia: en la parte monetaria. No olvidemos que los datos que nos interesan para decidir si el modelo de gestión de residuos funciona es la cantidad de envases que se ponen en el mercado, la cantidad que se convierten en residuos, cuantos acaban en la sopa de plástico del océano…
Otra cuestión que me llama la atención es la del compromiso social del artículo. Cualquiera que pasee por una ciudad de cierto tamaño se da cuenta que el contenido de los contenedores amarillos está a merced de las mafias que explotan personas sin derechos. No es la panacea, pero un modelo de depósito, devolución y retorno (donde el que entrega un envase a un establecimiento recibe la tasa que se paga cuando se compra, como medio que garantiza su correcta gestión cuando se convierte en residuo), permite retribuir directamente al que recoge esos envases que otros tiran (en el contenedor o en la acera) sin condenarle a la economía sumergida para garantizar su subsistencia. Sin techo ni derechos, pero abre la posibilidad a algo más de libertad y dignidad si puede entregar directamente los envases en una máquina que le va a devolver el importe asignado a estos residuos, que si tiene que pasar por un intermediario que se aprovecha de mi situación de exclusión.
¿Nada se mezcla? Esta es mi favorita. Siempre he defendido la recogida selectiva y he abierto muchas mentes explicando lo que es un camión compartimentado. Pero no es cierto que no se mezcle: la dotación de contenedores de colores ha llegado a municipios donde se practica la recogida “todo uno”. Y es muy triste pegarse toda la semana de las fiestas de un pueblo concienciando a tus compañeros de juerga para que una madrugada, de empalmada, coincidas con el camión de caja única en el que se recogen los residuos de todos los contenedores del pueblo. La recogida selectiva, como otros muchos servicios municipales, está vinculada al tamaño de la población. Y son muchas las entidades locales en las que los residuos de toda una mancomunidad se juntan en una estación de transferencia. Que a partir de este punto se puedan procesar los residuos y conseguir mejores resultados que con el modelo de recogida selectiva que impera en nuestro país es algo a desarrollar en otro post.
Son tiempos difíciles para el sector ambiental. Y nadie muerde la mano que le da de comer. Pero si dejamos que la divulgación ambiental nos la den hecha empresas con intereses y modelos de negocio tan concretos como los que han comprado la opinión de José Luis, nos esperan tiempos peores.
Por supuesto, independientemente de su conciencia ambiental o su civismo no se olviden de separar bien sus residuos no sea que les multen.
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