Reflexiones sobre un pequeño incendio en la Pedriza, o la complicada ecuación de la política del fuego.

Publicado en: manuelmedioambiente por Manuel Oñorbe. Texto original

Originalmente publicado en el blog de RedMontañas (Ver Original)

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El sábado 19 de julio tuvo lugar un pequeño incendio en la Pedriza del Manzanares, en las laderas occidentales del Alcornocal. El incendio, originado en una parcela urbana, fue sofocado rápidamente gracias al buen hacer de los servicios de extinción y a la cercanía del Embalse de Santillana, pero por desgracia afectó a los alcornoques de esta ladera y especialmente a su regenerado.

En otros tiempos, esta zona hoy llamada el Alcornocal estuvo poblado por bosques de Quercus suber de gran singularidad florística, acompañados de una variopinta representación de árboles y arbustos mediterráneos y atlánticos, desde madroños o labiérnagos hasta acebos, tejos y hasta abedules. Parece que el fin de este bosque estuvo asociado a la construcción de la fábrica de papel de Manzanares el Real.

ALCORNOQUE PRÓXIMO A LA ZONA INCENDIADA. AL FONDO, LAS VIVIENDAS

Alcornoque próximo a la zona incendiada. Al fondo, las viviendas (más imágenes en redmontanas.org)

34 alcornoques sobreviven hoy a cortas y sobrepastoreo en los riscos que les salvaron del descuaje. Y estaban consiguiendo regenerarse al pie de los cantiles, en uno de los pocos lugares de la zona donde numerosos brinzales progresaban a salvo del diente de las cabras montesas escondidos en densos jarales. Sin embargo, parte de ese regenerado ha ardido en este incendio,e incluso algunos alcornoques se quemaron parcialmente. Los grandes árboles rebrotarán posiblemente pues están adaptados al fuego, pero los brinzales se han perdido. Incluso si rebrotan no tendrán futuro, pues al ser eliminadas las jaras, las cabras carearán toda la zona y acabarán con lo que vuelva a surgir.

Posiblemente, y a falta de una solución mejor, la banda cortafuegos de 20 metros a lo largo de la línea de las casas jugó un papel positivo, en este caso a la inversa, frenando el avance de las llamas desde la zona urbana hacia la zona de vegetación silvestre. Pero todos sabemos que la verdadera defensa contra el fuego y sus terribles secuelas (pérdida de biodiversidad y de refugios para la fauna, erosión, daños al paisaje y al patrimonio cultural y afectivo que éste supone…) sería contar con una vegetación natural realmente resistente a su avance, y resiliente tras un incendio.

Dejando aparte el factor humano inherente a los incendios, que ha de ser abordado mediante una batería propia de medidas (prevención, identificación de responsabilidades, sanciones, etc) sabemos que la política forestal de prevención frente a incendios en los Parques regional y nacional tiene como fin último, precisamente, favorecer este tipo de formaciones vegetales capaces de frenar el fuego, minimizar su impacto, y permitir una rápida regeneración natural posterior.  En este sentido, los desbroces y claras favorecen el crecimiento y la regeneración del arbolado natural, y en teoría supondrían un avance en la dirección correcta.

Sin embargo en la vertiente meridional de las montañas de Guadarrama, hay que contar con la presión destructora ejercida por la cabra montés, un factor que se opone frontalmente a este deseable proceso de regeneración natural y/o facilitada por los trabajos forestales. Un sencillo vistazo a lo que está sucediendo en las bandas cortafuego, incluso junto a las casas, a lo largo de los pocos meses que han transcurrido desde que se realizaron los debroces a lo largo del límite norte del casco urbano de Manzanares el Real, da una idea de lo que de hecho lleva sucediendo desde hace ya bastantes años a lo largo y ancho de las zonas de vegetación natural del Parque.

Por una parte, las cabras están terminando con el regenerado natural de TODAS las especies protegidas del Parque y haciendo imposible el normal desarrollo y crecimiento futuro de lo poco que queda.

Por otra, los desbroces favorecen a las cabras en el sentido de permeabilizar la vegetación y facilitarles el paso, con resultado negativo para la regeneración natural ya que inmediatamente comienzan a ramonear y a escodar (con frecuente resultado de muerte del pie afectado) la vegetación a la que se pretende favorecer con los desbroces.

Conclusión: la política del fuego en la vertiente sur de Guadarrama (y por extensión, cualquier política de conservación) está incompleta y será deficiente mientras no se integre en la ecuación la población de cabra montés y se atienda a su control.

El Equipo RedMontañas


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