Tú, ambientólogo, ¿qué ofreces?

Publicado en: productor de sostenibilidad por alvizlo. Texto original

Alberto tumbado en el poyoEn 1996 empecé a estudiar la Licenciatura en Ciencias Ambientales de la Universidad de Alcalá. Segunda promoción después de la aplicación del Real Decreto 2083/1994, de 20 de octubre, por el que se establece el título universitario oficial de Licenciado en Ciencias Ambientales y se aprueban las directrices generales propias de los planes de estudios conducentes a la obtención de aquél. Conseguí egresar con el título de licenciado en junio de 2001, después de un curso compatibilizando las últimas asignaturas con el trabajo de consultoría en Complutec Ambiental.

Era un momento dulce. Es cierto que no se habían cumplido las expectativas que había generado en “nuestros mayores” la publicación de la primera versión de la norma ISO 14.001 en 1996. Tampoco se materializó la supuesta necesidad de responsables de medio ambiente que iba a suponer la aplicación del ámbito de aplicación del Reglamento EMAS. Pero cualquiera que no renegase de esa situación podía ir saltando de una consultora a otra, hacer carrera como auditor, aprobar una oposición, colocarse en el departamento de medio ambiente de alguna industria o, eventualmente, empezar su propia actividad con ciertas garantías de éxito. Para muestra el botón de un curriculum folclórico como el mío.

El complejo de ser una titulación nueva y poco conocida nos llevaba a encerrarnos en nosotros mismos y demandar mirándonos el ombligo. Reclamábamos, según el colectivo en el que nos encontrásemos, poder participar en igualdad de condiciones con otros profesionales o, directamente, competencias y atribuciones profesionales en un mercado abierto, en el que cualquiera podía ejercer sin grandes limitaciones. Demandábamos mejores leyes que nos diesen más posibilidades de trabajar, más inversión pública en educación ambiental para poder desarrollar la más vocacional de nuestras posibles actividades profesionales. O más inspección ambiental para asegurarnos de que los empresarios nos tomaran el serio cuando les ofrecíamos asesoramiento. ¿Acaso no nos lo merecíamos?

Pero los tiempos han cambiado. Han pasado 20 años desde la aprobación de la titulación universitaria oficial y el contexto socioeconómico no está para demandar nada. Se acabó el tiempo de conseguir un título para ir pidiendo por las esquinas. Toca ofrecer valor en un mercado enfermo de una crisis social, económica, pero sobre todo, ambiental.

¿Podemos los ambientólogos ofrecer mejores leyes para prevenir el impacto ambiental de las actividades económicas o mejorar la educación ambiental de las generaciones presentes y futuras? ¿Somos capaces de aportar valor reduciendo el daño causado por la puesta en el mercado de bienes y servicios? ¿Damos soluciones viables al modelo de consumo instalado en la mayoría de la sociedad? ¿Tenemos alternativas atractivas al sistema de representación política? ¿Podemos aportar opciones reales que aumenten la participación de todas las personas en los procesos de toma de decisiones? ¿Somos capaces de mostrarnos atractivos para que nos contraten otros? ¿Podemos sobrevivir desarrollando nuestra vocación?

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