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Las abejas de todo el mundo están desapareciendo a un ritmo vertiginoso y parece que, otra vez más, la causa es la acción del ser humano. En concreto, el uso que se hace de determinados pesticidas está reduciendo las poblaciones de abejas a mínimos históricos. Aunque bien es cierto que estos insectos también se ven afectados por otras razones como las sequías, el cambio climático, la contaminación antrópica y algunos tipos de parásitos, recientes investigaciones apuntan a determinados productos químicos como causa principal de este mal.
Según dos estudios publicados en la revista Science, la razón principal es la utilización de insecticidas del tipo neonicotinoides, concretamente tiametoxam, imidacloprid y clotianidina, utilizados como recubrimiento de semillas de algunos cultivos, como el girasol, la colza, el algodón y el maíz y que han ocasionado un grave descenso en el tamaño de las colmenas, reduciendo el número de abejas reinas en un 85%, lo cual supone una drástica disminución de nuevos ejemplares.
Estos productos atacan directamente al sistema nervioso central de las abejas, por lo que una vez intoxicadas, en muchos casos, se desorientan y son incapaces de volver a las colmenas, y si regresan lo hacen para morir.
¿Y si mueren las abejas?
Las consecuencias serían terribles. Sólo en Europa el 84% de los cultivos y el 80% de las plantas silvestres dependen de la polinización de los insectos, sin la cual se producirían extinciones masivas.
En términos económicos, solo para la agricultura europea se estima que el valor de la polinización ronda los 22.000 millones de euros anuales y unos 153.000 millones de euros a nivel mundial.
Actualmente, España encabeza la lista de productores de miel y polen de la Unión Europea, abarcando la mayor cabaña apícola de todo el continente.
Asimismo, la apicultura es uno de los motores de desarrollo de muchas zonas rurales del país, por lo que prescindir de las abejas sería hacerlo también de miles de puestos de trabajo.
El poder de los lobbies
En Marzo de 2013, se presentó una propuesta a la Comisión Europea para que se prohibiese la utilización de los mencionados insecticidas neonicotinoides, con el fin de proteger a las abejas y todo los que las rodea. El resultado de la votación fue de 13 votos a favor de la prohibición por 14 en contra, con lo que no se aprobó dicha propuesta, lo que supone que, a pesar de las evidencias científicas que ratifican el daño que ocasionan a las abejas, estos productos químicos podrán seguir utilizándose en el viejo continente.
La propuesta de prohibir estos productos tóxicos, no ha salido adelante gracias a las fuertes presiones de algunos lobbies de la industria de los plaguicidas, encabezados por las empresas Syngenta y Bayer, que aún con las pruebas en la mano, aseguran que sus productos no son tóxicos para las abejas.
Un futuro esperanzador
A pesar de todo, la propuesta no salió adelante por muy poco. España, en contra de todo pronóstico, apoyó la prohibición de estos insecticidas, junto con otros países como Francia, Italia, Polonia, los Países Bajos y Bélgica.
Lo ajustado de la votación pone de manifiesto los grandes avances que se están dando en esta materia gracias a la investigación científica. Y aunque las grandes empresas del sector químico seguirán poniendo trabas, parece que la prohibición total de, al menos estos tres productos, está muy cerca.
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