Publicado en: Pensando el territorio por Pensando el territorio (online). Texto original
El pasado mes de agosto tocó a su fin una de las iniciativas ecológicas más importantes de todo el mundo poniendo punto y final a una lucha a contracorriente que despertó hace seis años y que generó una atmósfera de optimismo y esperanza en un cambio de rumbo en el desarrollo socioeconómico de todo un país.
Se trata del proyecto Yasuní-ITT, promovido por Ecuador hace seis años y cuyas pretensiones consistían en recaudar hasta 3.600 millones de $ de la comunidad internacional en 13 años, en compensación por la no explotación de aproximadamente 846 millones de barriles de petróleo ubicados en los campos Ishpingo, Tambococha y Tiputini (ITT), localizados en pleno Parque Nacional del Yasuní, en la Amazonía ecuatoriana.
Se trataba pues de un proyecto pionero que exigía a nivel global un compromiso con el medio ambiente. Por ello la compensación exigida a la comunidad internacional tenía una perfecta lógica ambiental y económica: constituía un justo pago por la generación de bienes ambientales, pues sin la selva amazónica, principal pulmón del planeta, probablemente la vida en él, sino desaparecería, sí que sería muy complicada.
El problema ha llegado cuando después de varios años desde la creación de la iniciativa Yasuní-ITT la recepción de aportes no ha superado los 13,3 millones de $, lo que apenas supone un 0,37% de la cantidad pactada con Naciones, algo que a todas luces le resulta insostenible a un estado con elevados índices de pobreza.
Con todo, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, anunciaba de esta manera el fin de dicho proyecto en la cadena nacional de radio y televisión: “El mundo nos ha fallado” recalcando que “el factor fundamental de este fracaso es que el mundo es una gran hipocresía y la lógica que prevalece no es la de la justicia, sino la del poder”.. Y aseguraba que “se procederá a explotar el petróleo del 1% del Parque Nacional” y que ello “arrojaría un valor presente neto de 18.292 millones $” lo cual sería invertido para “vencer la miseria, especialmente en la Amazonía ecuatoriana”.
¿Y qué supone extraer petróleo en el Yasuní?
En este rincón amazónico existe una elevadísima biodiversidad con más de 150 especies de anfibios, 121 de reptiles, 598 especies de aves, 200 de mamíferos y más de 2113 especies florísticas.
A parte, supone una afección casi mortal a algunas de las tribus indígenas más aisladas de todo el planeta como son los Tagaeri y los Taromenane.
La intromisión petrolera en el Yasuní también ha generado una fractura social en el país ecuatoriano que se divide entre el aprovechamiento económico de este paraje y su conservación como punto estratégico para la vida en la Tierra. Así, según varias encuestas de junio de 2013, un 93% de la población ecuatoriana de Quito y Guayaquil estaba de acuerdo con la iniciativa Yasuní-ITT y un 66% no apoyaba la explotación petrolera.
Pero sobre todo supone poner punto y final a una utopía que parecía posible, y que sentaba las bases para un cambio de rumbo en el modelo de desarrollo de los estados emergentes, un modelo demostradamente obsoleto, caduco y destructor que esta vez se ha metido hasta las entrañas del Yasuní.
Puedes leer y comentar el artículo completo en Pensando el territorio