Etiquetas de Eficiencia Energética

Publicado en: Vida Simple y Sustentable por Sofía López Olalde. Texto original


Cuando compramos un electrodoméstico, cualquier aparato de la llamada "línea blanca" o algún novedoso invento electrónico solemos fijarnos en el tamaño, en el color, en lo bonito que es, en lo novedoso, en lo grande y poderoso. Después de la etapa de enamoramiento, capricho y deseo ponemos los pies en la tierra y entonces nos fijamos en el precio, las formas de pago, el flete si es necesario, la garantía y el mantenimiento. Pensamos un poco (o un mucho), entregamos el mágico plástico que te permite pagar de forma diferida en varios meses y volvemos a casa deseando estrenar.

Si regresáramos la película nos daríamos cuenta que no verificamos algo, pequeño detalle en apariencia pero que puede llegar a ser el meollo del asunto: cuánta energía consume. 

Fijarnos en esto no nos convierte solamente en ecológicos ciudadanos; en realidad nos convierte en sabios compradores que no están dispuestos a pagar eternamente su compra a través del elevado recibo de electricidad.

Hay cientos de historias de familias que compraron una nevera, refrigerador o heladera (llámele usted como quiera según su latitud) de dos puertas, con fábrica de hielo incluida y hasta un útil reloj digital en la puerta. Varios meses después querían morir cada vez que llegaba el recibo de la compañía proveedora de energía eléctrica.

¿O qué tal esos televisores de plasma de 50 mil pulgadas? ¿O la barredora eléctrica de 3000 W? La oferta que aprovechamos para comprarla se convirtió en el peor negocio de nuestras vidas.

Hasta hace no mucho tiempo saber cuánta energía consumía un aparato eléctrico era complicadísimo; a veces ni en el manual de operación o en las especificaciones técnicas del mismo se incluía esta información, pero desde hace algunos años las etiquetas de eficiencia energética hacen más fácil este trabajo.

Esta etiqueta viene pegada en un costado o en la parte posterior de muchos aparatos; especialmente en electrodomésticos y línea blanca; es colorida y fácil de interpretar. La etiqueta dice qué tan eficiente es el portador del engominado y a mayor eficiencia el consumo será menor. 


Inicialmente la clasificación iba de la A a la G donde A eran los más eficientes; ahora las cosas andan mejor pues muchos fabricantes se han esmerado y ahora tenemos A+ e incluso A++. Mejor aún, en algunos países, España por ejemplo, este etiquetado se incluye también en las viviendas, así que cuando compras una casa ya puedes saber qué tanta energía consumirás iluminándola, calentando agua y acondicionando el aire.

Así que, la próxima vez que compres, antes de fijarte si es rosa, tiene pintas o te saluda al llegar a casa, busca la etiqueta de eficiencia energética.Y si el aparato no trae la etiqueta: ni lo consideres.

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