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El verde sobre la roca, que inspira pureza al observador, e inhala y expulsa agua a través de sus membranas celulares para equilibrar la cantidad de agua de su interior con la disponible en el medio.
El amarillo es calidad y bondad. Orienta al caminante sobre el nivel de contaminación del aire que respira. Así lo corrobora su credencial, es un maestro como bioindicador ambiental (sus poblaciones se reducen o desaparecen a medida que aumenta la contaminación atmosférica). Lo de bondad tiene que ver con su capacidad para cooperar, o mejor, su incapacidad para no cooperar. Son dos organismos en uno, un ser compartido. Un hongo y un alga que colaboran entre sí. El hongo contribuye con protección contra la desecación y la radiación del sol. El alga aporta su capacidad para transformar energía luminosa en energía química aprovechable, o lo que es los mismo, realizar la fotosíntesis.
Verde y amarillo. Esta vez como algo más que meros pigmentos, algo más que simples materiales que cambian el color de la luz que absorben selectivamente para luego reflejarla y ofrecérnosla como una característica más de sí mismos.
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