Publicado en: Vida Simple y Sustentable por Sofía López Olalde. Texto original
Foto: Sitio Oficial de la COP18 |
Ayer inició en la ciudad árabe de Doha (capital de Catar o Qatar, pequeño país peninsular en el Golfo Pérsico) la 18ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático la cual tiene un cómodo nombre abreviado para ahorrarse tanto rimbombante término: COP 18.
Se trata de una reunión de los países miembros de esta Convención que tiene como objetivo primordial llegar a acuerdos y establecer estrategias para enfrentar el cambio climático. Además, tiene la compleja tarea de examinar los inventarios de emisiones que los países presentan; aquí es donde está todo el meollo del asunto pues la labor de poner una estrella en la frente del país cumplidor y poner en penitencia al país que no cumplió se ha vuelto todo un reto dado la rebeldía de algunos de los alumnos de la clase.
En 1997 se celebro la COP 3 en Kioto, esta fue una reunión emblemática y memorable pues ahí decidieron firmar un Protocolo que a grandes rasgos obligaba a todos los países desarrollados a reducir considerablemente sus emisiones y a los que estaban en vías de desarrollo al menos a preparar un inventario para saber qué tanto contribuían al famoso cambio climático y a no aumentarlas más.
El famoso Protocolo fue y vino de un lado a otro y desfiló en varias Conferencias más hasta que finalmente en 2005 entró en vigor con una meta muy clara: reducir al menos en un 5% las emisiones contabilizadas en 1990 en el periodo comprendido entre 2008 y 2012.
187 países se adhirieron al Protocolo y comenzaron a trabajar en sus países; poco tiempo después se permitió a través de una figura llamada "Mecanismo de un Desarrollo Limpio" (MDL) que los países desarrollados invirtieran en proyectos de reducción de emisiones en territorios extranjeros siempre y cuando estos pertenecieran a naciones en vías de desarrollo. Las toneladas de gases de efecto invernadero reducidas a través de estos proyectos irían a la cuenta del país inversor. Esta fue una gran idea para que regiones Africanas o Latinoamericanas tuviera acceso a fondos para este tipo de proyectos.
Total que pasaron los años y la primera tragedia de la historia se hizo notar: Estados Unidos, considerado el mayor productor de emisiones, nunca quiso adherirse al protocolo. Como esto es muy liberal pues nadie lo pudo obligar y la maestra tuvo que hacerse la de la vista gorda cuando el yanqui rebelde no entregó la tarea.
El otro alumnito norteamericano, Canadá, firmó y prometía ser un modelo a seguir pero cuando en la COP 17 celebrada en Durban en 2011 se dieron las conclusiones en las que se incluían sendas multas para la tierra del maple por no cumplir con la meta de reducción pues el país se declaró en franca rebeldía, dijo que mejor ya no jugaba y sin más explicaciones abandono el Protocolo saliéndose con la suya.
Y llegó 2012 y con el fin de año llega el fin del Protocolo de Kioto y también la COP18 donde los ahora 195 países miembros habrán de decidir si dicho acuerdo continuará en una segunda fase, si las metas serán más ambiciosas, si los mecanismos más estrictos. Estados Unidos, Canadá, Rusia y otros viajaron hasta Doha al parecer nada más para avisar que ellos siguen sin la mínima intención de prometer nada a nadie.
Las expectativas de esta reunión son pocas, podrán firmar mil documentos pero si siguen abriéndose puertas para que se fuguen cuando quieran, de poco servirán las buenas intenciones. Me da tristeza pensar que los que nos representan en materia de cambio climático se reúnen con la filosofía de la famosa canción mexicana de mariachi "El Son de la Negra":
Negrita de mis pesares,
ojos de papel volando.
A todos diles que sí
pero no les digas cuándo.
Así me dijiste a mí;
por eso vivo penando.
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