Mega minas: la nueva leyenda de El Dorado

Publicado en: Vida Simple y Sustentable por Sofía López Olalde. Texto original

Imagen: Misterios Ancestrales

Hace algunos ayeres la imagen que teníamos en nuestras mentes de las minas era incluso la del pequeño túnel en la tierra que lleva carritos que son cargados de oro y plata por los enanitos de Blanca Nieves que trabajan sacando sólo el metal que pueden extraer con su pico y su pala.

Luego vino esa sed insaciable que ha caracterizado al ser humano: ¡estábamos sedientos de oro, de plata, de platino, de acero! Las pequeñas minas ya no bastaban, había que buscar metales por donde fuera y a como diera lugar; los enanitos de pico y pala fueron desplazados por cuadrillas de cientos de trabajadores que dejaron sus horas de luz y sus limpios pulmones en túneles tóxicos construidos muchos metros por abajo de nuestras calles.

Pero eso tampoco bastó y entonces llego la mega minería la cual además no suelen practicar bajo tierra sino a cielo abierto; de esta actividad hoy se habla mucho y las opiniones son encontradas, muchos gobiernos ven en esta actividad el futuro económico de sus naciones mientras que cientos de organizaciones a lo largo y ancho del mundo se oponen a esta actividad. Hoy, les cuento de que se trata todo esto para que juzguen ustedes mismos.

Construir una mega mina a cielo abierto evidentemente acaba con el paisaje natural del lugar y conlleva la destrucción de una o varias montañas así como la consecuente deforestación de la zona y la obligada mudanza o desaparición de las especies animales que ahí vivieran o anidaran. 


Las rocas dueñas de los minerales tan preciados están compuestas además por otros elementos que al quedar expuestos al aire y a la lluvia pueden reaccionar produciendo compuestos indeseables. Por ejemplo, en muchas minas de oro las rocas poseen altas concentraciones de sulfuros, es decir de azufre combinado con algún otro elemento; cuando llueve estos sulfuros pueden dar lugar a la formación de ácido sulfúrico y éste a su vez propicia la liberación de metales tóxicos como arsénico, cadmio, mercurio y plomo. Una desafortunada cadena de reacciones que se dan sin control y sin restricción y que suelen terminar drenándose con la ayuda de la lluvia y un río que por ahí pase.

La actividad minera se ha incluido en la lista de los verdugos causantes del cáncer por muchos años pero poco se han difundido los estudios al respecto y más se ha popularizado la voz que grita que no hay nada probado. Indagando un poco al respecto encuentro algunos estudios concluyentes en aspectos muy puntuales: 

  • La Dra. Hopenhay-Rich de la Universidad de Kentucky y su equipo realizaron un estudio hace cerca de 15 años en regiones mineras de Argentina y además de encontrar agua contaminada con arsénico encontraron que en la población que bebía esa agua había un notorio incremento de los casos de cáncer de pulmón y riñón.
  • La evidencia de que los trabajadores de minas de uranio desarrollan con mayor facilidad cáncer de pulmón ha sido expuesta en diversos estudios algunos desde hace más de 20 años como el dirigido por el Dr. Samet del Instituto Nacional de Cáncer de EE.UU en 1984.
  • La lista de carcinógenos probados no es tan completa como quisiéramos pero sin duda incluye a varios compuestos presentes en la actividad minera: arsénico, asbestos, cadmio, berilio entre otros.

Es justo también mencionar que los estudios relativos a la exposición al óxido de silicio comúnmente conocido como sílice y presente en muchas minas, especialmente en las de estaño, no han arrojado información suficiente que permita concluir que el cáncer y el silicio van siempre de la mano.


La faceta obscura de la mega minería se opaca aún más cuando nos enteramos que su demanda energética es altísima y que los proyectos de este tipo absorben más agua que un náufrago cuando es rescatado.

Se dice que si la minería produce grandes beneficios económicos a un país o a una región ¡imagínense los que la mega minería puede lograr! Sin duda en una mega mina habrá mucho qué hacer y por lo tanto muchos trabajadores podrán ser contratados llevando además el desarrollo a aquella comunidad alejada de la mano de Dios (y del gobierno) que hoy ostentara con orgullo ser la sede de la gran mina. Lamentablemente no todo es miel sobre hojuelas, efectivamente se generan empleos y cientos (o miles) de trabajadores se desplazan a la zona de la mina donde el gobierno no suele estar listo para dotar de todos los servicios necesarios ni de viviendas dignas, tampoco habrán previsto un gran hospital ni mucho menos infraestructura para ofrecer sano esparcimiento o variada oferta cultural a la nueva población del hasta entonces pequeño pueblito. La descomposición social está a la vuelta de la esquina (o de la mina).

Entre el tumulto de trabajadores nuevos puede que estén perdidos y desorientados los pobladores locales que eran hasta entonces agricultores que hoy deben abandonar el campo a menos de que tengan alguna arma secreta para luchar contra la mina por el agua. Sumado a todo esto está el llamado "mal o síndrome holandés" que es el nombre general que se le asigna a las consecuencias dañinas provocadas por un aumento significativo en los ingresos: riqueza mal gastada y riqueza mal repartida.

Latinoamérica y en especial el sur están hoy en la mira de las empresas mega mineras, al parecer muchos gobiernos han logrado convencerse. Los exploradores contemporáneos hoy tienen traje y corbata pero buscan lo mismo que aquellos conquistadores españoles: las soñadas minas de oro y a muchos gobiernos les gusta soñar que su país es El Dorado. Habrá que recordarles que no todo lo que brilla es oro.




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