Publicado en: productor de sostenibilidad por alvizlo. Texto original
A un par de días para el aniversario de la catástrofe de Fukushima, en España apenas se habla del accidente nuclear más grave de la historia. La información no fluye y los medios de comunicación suelen dedicar sus páginas a los argumentos de los grupos de presión a favor de la energía nucleares. Pero conviene hacer algunas reflexiones al respecto, especialmente cuando nos proponen que esta forma de obtener electricidad es una alternativa de futuro:
- La energía nuclear no es limpia. Genera, entre otros, residuos radiactivos de alta actividad. El problema de estos residuos no es que generen isótopos que pueden afectar a la salud humana. Lo grave es que no sabemos gestionarlos. No tenemos capacidad para evitar que sigan siendo radiactivos cientos de años. A demás no está exenta de emisiones de gases de efecto invernadero. Tanto el combustible como los residuos requieren transportes de largo recorrido, con sus consumo de combustibles fósiles y emisiones de gases de efecto invernadero. Por cierto que el vapor de agua que sale de los refrigeradores es el gas con más potencial de calentamiento global.
- La energía nuclear es cara, incluso en palabras del sector eléctrico. El conste de construcción y mantenimiento de las centrales no es barato. La instalación se hace más rentable cuanto más se alarga la vida útil de la central. Lo que implica costes en forma de riesgos, que asumimos entre todos los habitantes del plantea, y que pueden llegar a suponer daños por un valor cercano a lo ilimitado.
- La energía nuclear no es segura. Sí, existen importantes medidas de prevención. Pero el riesgo no se puede eliminar totalmente. Sobre el papel, las instalaciones nucleares se diseñan para escenarios complejos. Pero mientras que el papel lo aguanta todo, la naturaleza no deja de sorprendernos. Desde fallos en la operación a manifestaciones geológicas extremas, tenemos varios ejemplos que demuestran que el accidente nuclear no es ciencia ficción. Y una vez que ocurre no hay forma de controlar la dispersión de isótopos radiactivos. Se pueden minimizar los daños, pero no sabemos a quién le va a tocar una dosis que afectará fatalmente a su salud. Por vía atmosférica, a través del pescado de la dieta o en la leche de las vacas que pastaron en un suelo que acumuló isótopos décadas atrás.
- No es sostenible. La sostenibilidad es garantizar a las generaciones presentes la satisfacción de sus necesidades sin comprometer la posibilidad de las generaciones futuras de satisfacer las suyas. Con cada accidente nuclear comprometemos el futuro de una región. Pero, si todo funcionase sin problemas, seguimos sin saber qué hacer con los residuos. Almacenamos el material radiactivo para que, durante cientos de años, pierda, poco a poco, su actividad nuclear. Lo único que sabemos hacer con los residuos nucleares es dejárselos a las generaciones futuras, dentro de infraestructuras que no aguantarán toda la vida radiactiva del material que contienen. O enterrarlos en estructuras cuya seguridad a largo plazo sólo podemos garantizar dentro de los límites del cálculo estadístico.
Sí, es momento de revisar el modelo energético. El calentamiento global y los gases de efecto invernadero marcan la agenda internacional. El miedo al desempleo marca la vida de cada individuo. Pero existen alternativas que pueden ayudar a matar dos pájaros de un tiro: con sistemas de autosuficiencia energética y generación distribuida podríamos reducir la factura energética y contribuir a un modelo más sostenible, bajo en emisiones de gases de efecto invernadero y sin residuos radiactivos.
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