México ¿Un país jodido?

Publicado en: ambientologos por Ambientólogos. Texto original

Hoy en día ya hasta resulta redundante opinar de la situación del país, parece que día a día los problemas aumentan y las soluciones están lejanas a llegar. Los medios de comunicación, más que informar a la sociedad, se han dado a la tarea de continuar alimentando el descontento de la población, se han dedicado a aumentar la tensión y la polémica, a dividir opiniones, a destruir, a disociar a un pueblo; donde quiera se leen columnas y opiniones que mucho cuestionan pero que poco ofrecen. La crítica destructiva se ha adueñado del país.
Actualmente todo lo que dice el presidente es una sandez, cualquier intento de conciliación se ve fácilmente truncado por una sociedad envuelta en la inconformidad, juzgamos impulsivamente, salimos a la calle tensos, enojados, descontentos, despertamos cada día buscando otra razón más que alimente nuestro malestar. Nuestra resiliencia está a punto de extinguirse, quizá el país esté lejos de sobreponerse a esta situación pero poco estamos haciendo nosotros para cambiar esto.

Cuando se conjuga una sociedad debilitada con un gobierno rebasado por las consecuencias de sus acciones, el resultado es un país caótico, desesperado. Cada día que pasa se vislumbra más oscuro, el futuro se mira menos esperanzador. Pareciera que falta poco para que veamos cabalgando por el cielo a los Jinetes del Apocalipsis.

A mi parecer, la aparente falta de soluciones se debe a que todas provienen de un paradigma que ha imperado en las últimas décadas pero que hoy en día ya resulta anacrónico. Esta manera de “solucionar” problemas mediante la eliminación ha causado estragos en todos los niveles y sectores de la población, hoy en día si un jefe tiene un problema con un empleado, lo despide, si un agricultor tiene un problema con una plaga, la extingue, si alguien causa problemas en un país, se le elimina, se le exilia o en el mejor de los casos, se le silencia. Llevamos a cabo una praxis de la erradicación. Nos vamos por la salida que aparenta ser la más sencilla. Hace 100 años que se termino el Porfiriato pero da la impresión de que la Ley Fuga sigue vigente. Solo preguntémonos ¿Cuántos periodistas, ecologistas, activistas han sido asesinados o desaparecidos en los últimos años? Hace poco un diputado lanzó una propuesta para imponer cárcel a aquellos que a su parecer, difamaran o calumniaran la imagen de los servidores públicos, y esto lo tomamos como una amenaza vehemente a nuestra libertad de expresión, ahí si levantamos la voz, pero solo vemos el problema desde los ojos de los afectados, solo vemos como nos perjudica y respondemos con una negativa tajante, no nos damos cuenta que vivimos en un país que ya está cansado de criticar pero que también está cansado de que se le critique. Como dicen en mi pueblo, mucho ruido y pocas nueces.

En vista de todo esto, el pasado fin de semana nuestro país recibió por tercera vez la visita del Dalai Lama, esto con el motivo del encuentro mundial sobre valores y cultura de la legalidad celebrado en Monterrey. A pesar de la situación que vive el Tibet, el Dalai Lama se ha convertido en un personaje icónico de nuestra sociedad, recordándonos aquellos tiempos en los que Gandhi encabezaba una lucha pacífica para liberar a su pueblo, recordándonos que no todo se soluciona escupiendo pólvora y derramando sangre. Quizá el Dalai Lama sea de las pocas personas que practican lo que predican, no lo vemos clamando sangre y venganza ante la postura del gobierno chino, no lo vemos incitando a la violencia y a la lucha armada; en cambio, viaja por el mundo difundiendo los ideales que practica. El fin de semana llegó a México con una actitud conciliadora, más que venir a criticar vino a proponer, a reafirmar, quizá hasta a consolar. “Si los contamos, quizá no superen los mil y estamos hablando de 110 millones de personas que viven siempre tratando de solucionar y vivir su vida en un ambiente feliz y con aspectos muy positivos de la sociedad”, responde el Dalai Lama al ser cuestionado por la inseguridad en México. “Reúnanse con ellos, escúchenlos, no habrá otra manera de solucionar la violencia y el enfrentamiento…muere Bin Laden pero habrá dejado ¡doscientos Bin Ladens!…”, dice el líder budista a Loret de Mola. Recordemos que el país vecino hace algunos años se lanzó en una cruzada en contra del terrorismo y tiene poco que se conmemoró el aniversario de los ataques en Nueva York, todo esto entre la tensión y las nuevas amenazas terroristas que se difundían en los medios. Prueba latente de que combatir la violencia con más violencia no nos conduce a ningún lado, no somos ni seremos el único país que sufre de violencia.

Quizá ya sea tiempo de que cambiemos, tiempo de ver el mundo con otros ojos, estar abiertos a nuestro entorno, abiertos a nuevas ideas. “Aunque haya religiones diferentes, debido a distintas culturas, lo importante es que todas coincidan en su objetivo principal: ser buena persona y ayudar a los demás”, dice el Dalai Lama, yo coincido con esto, aunque otros pensemos diferente, aunque seamos de un país o de otro, todos debemos trabajar en nuestra persona, mejorar como individuos, reafirmar nuestros valores, buscar la paz interior, para después extrapolar esa paz a nuestra familia, a nuestra comunidad. El cambio se lleva a cabo con el accionar de una idea, puede haber ideas maravillosas, ideas que podrían hacer de este mundo, un mundo mejor, pero si no se llevan a la praxis de nada sirven, seamos pues, ese motor, motor de cambio que tanto necesitamos. Pero un motor de cambio individual, dejemos de lanzar piedras a diestra y siniestra y detengámonos a reflexionar cuantas pedradas merecemos nosotros. La paz interior siempre está expuesta a ser alterada por estímulos exteriores, es algo que se trabaja a diario, quizá hay días en que es casi imposible encontrarla pero no por eso debemos dejar de intentar, si fuera tan sencillo, no estaríamos viviendo como vivimos.

Fernando Pompa Rangel
Lic. en Ciencias Ambientales


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