Eficiencia energética: ¿la clave del debate sobre la energía?

Hace unas semanas, en un seminario sobre “Casos prácticos de Eficiencia Energética en Andalucía“, el Director General de la Agencia Andaluza de la Energía,  Francisco José Bas, proponía a los asistentes que reflexionaran sobre el uso que hacemos con nuestra energía, el cual, según su criterio, demostraba que:

“El actual modelo energético se basa en una oferta que se pliega continuamente a la demanda, y que se esfuerza por atenderla a cualquier precio, y a cualquier forma”.

Como argumentos de debate, se ofrecieron los datos de la Agencia Internacional de la Energía, en su informe World Energy Outlook 2010, que indican que debería conseguirse que la temperatura del planeta no aumentase más de dos grados. Esto supone que la concentración de CO2 en la atmósfera no puede sobrepasar los 450 ppm, en cuyo caso la situación de deterioro aún sería reversible, y no se entraría en una espiral climática no controlable.

Pero, para conseguirlo, en el horizonte de 2030, deben realizarse una serie de actuaciones que permitan reducir claramente las emisiones de gases de efecto invernadero para el conjunto de países del mundo.

La Agencia Internacional de la Energía indicaba que, para que fuera efectiva y real, esta reducción debería conseguirse básicamente de la siguiente forma:

  • 60% eficiencia en el uso final de la energía.
  • 20% energías renovables
  • 10% energía nuclear
  • 10% captura y secuestro de carbono.

En el siguiente gráfico se desglosa ese 80% de la reducción:

En definitiva, la parte más importante debería provenir de no generar CO2 por el hecho de consumir menos energía, consiguiendo procesos más eficaces; otra forma de consumir menos energía pero no generar CO2 sería con las energías renovables y nuclear; y, finalmente, una parte pequeña, pero relevante a nivel mundial, debería provenir de generar el CO2 pero capturarlo y evitar que vaya a la atmósfera aumentando el efecto invernadero.

Por tanto, antes de las clásicas discusiones y planteamientos sobre qué energías deben utilizarse, y sus ventajas e inconvenientes, aparece un objetivo primario, que es el del uso eficiente de la energía.

Pero, ¿qué es la eficiencia energética? Teóricamente es la relación entre el resultado de un proceso y la reducción de la energía utilizada para realizar ese proceso. Es decir, hacer más con menos, paradigma que puede ser aplicable a cualquier proceso profesional o laboral.

No obstante, para comprobar el efecto de esta eficiencia energética, se pueden observan los datos de la evolución de la demanda de energía eléctrica en la Unión Europea, desde el año 1991 al 1999, donde se puede comprobar que la mayor contribución a la estabilidad de la demanda de energía, ha venido de mano de este ahorro en el consumo:

Aún así, siempre se puede mejorar, y cuando hablamos de mejora siempre pensamos en los grandes consumidores de energía, es decir, la reducción del consumo en la industria. Por lo tanto, si tantos beneficios aporta, ¿por qué las empresas no implantan medidas de eficiencia energética? Básicamente son 3 las razones de este hecho:

  • Habitualmente se hacen estimaciones de ahorros, que al trasladarlas a los casos reales, difieren.
  • Existe un generalizado desconocimiento técnico en este asunto.
  • Los retornos en las acciones de eficiencia energética son muy largos, y en la industria se priorizan plazos más cortos.

Esto supone que hay un campo muy amplio por explotar, en este sentido.

Sin embargo, si se analiza el potencial de ahorro mediante medidas de eficiencia energética se puede comprobar que la industria no es quien tiene un mayor potencial, sino que este sitio lo ocupan el sector servicios y las viviendas:

Al fin y al cabo, el sector industrial se mueve en un mercado libre, donde tiene que competir y reducir costes, pero es en el uso residencial y de servicios donde existe un mayor margen de mejora, principalmente en los países desarrollados. Esto es, que una buena parte de la mejora de los niveles de CO2 en la atmósfera, y por tanto de los procesos de cambio climático, depende de que la energía sea usada de forma adecuada en nuestros hogares, oficinas y servicios. Y, ¿qué mejor momento que comenzar a aplicar medidas de este tipo en nuestros hogares que el próximo 5 de Marzo, Día Mundial de la Eficiencia Energética?

Así pues, y como proponía Francisco José Bas:

“El cambio del paradigma energético es el gran reto de la humanidad para la primera mitad del siglo XXI”.

Y nosotros, como ciudadanos tenemos un papel fundamental. Este cambio está en nuestras manos. Feliz Día de la Eficiencia Energética para todos.