Publicado en: Andanzas de un Trotalomas por Trotalomas. Texto original
A pesar de lo que su nombre indica, el documental “Sushi global” no trata únicamente de la reciente moda occidental de consumir exóticos alimentos en restaurantes japoneses sino de las graves implicaciones que tiene para el equilibrio de los ecosistemas marinos la sobrepesca a que son sometidos para suministrar las ingentes cantidades de pescado que un nivel de vida cada vez más elevado (más ostentosamente lujoso a la par que esnob, diría yo) viene demandando en determinados países.
El documental hace especial hincapié en la delicadísima situación en que se encuentran los caladeros de pesca del atún rojo, especie que, recordemos, se encuentra en peligro de extinción y pese a lo cual sigue sufriendo el esquilmado de sus poblaciones con la anuencia de la comunidad internacional (especialmente de Europa y Japón). Más que eso, las cuotas establecidas –que de por sí ya son elevadas- son quebrantadas, llegándose hasta duplicar la pesca máxima permitida como ya ocurriese en 2007, llegando a las 60000 toneladas capturadas, provocando que en apenas 10 años se hayan destruido zonas de pesca con más de 7000 años de antigüedad.
Los océanos, en su inmensidad, parecen inabarcables, infinitos. Sin embargo, como todo en nuestro planeta (tal vez excepto la humana avaricia) es un recurso finito, no renovable si se sobreexplota y, además, haciendo un mal juego de palabras, son más continente que contenido. Es decir, que no toda su completitud está repleta de especies con interés económico, y que los peces, como otros seres vivos, tienen su correspondiente distribución geográfica, aclimatándose a determinadas zonas, dependiendo de las corrientes marinas y de los nutrientes que portan, y a regiones marinas generalmente cercanas a la superficie y a los continentes por las necesidades que tienen de luz y alimento. Por esto, lo que parecía imposible de esquilmar se presenta como uno más de los frentes donde el hombre actual está empobreciendo la biodiversidad (malhadado año este 2010 que termina con un fracaso tan rotundo en la preservación de la misma) y mostrando sus miserias.
“Sushi global” también nos habla del funcionamiento de los mercados, de cómo la sobrepesca bajó los precios hasta niveles en los que hasta el más paupérrimo de los hombres (de un país rico, se entiende) podía comprar productos que hasta entonces le estaban vetados. Los pescadores seguían ganando dinero porque la demanda crecía gracias precisamente a esos precios bajos, pero las poblaciones empezaron a disminuir hasta llegar al borde de la extinción en muchos casos. Es más, el uso de técnicas de pesca ya no prohibidas (que también) sino muy destructivas ha seguido presente, como la pesca de arrastre. Imaginemos que extendemos una fortísima red de varios kilómetros entre dos inmensos camiones en medio de las llanuras del Serengueti. Deseamos cazar gacelas y, para ello, avanzamos con nuestros camiones en paralelo, llevándonos por delante ñus, cebras, chacales, hienas, leones, elefantes, jirafas, acacias, baobabs… incluso el propio suelo es dañado. ¿Por qué esta imagen nos parece abominable y toleramos que esto mismo ocurra en nuestros mares? Algo similar ocurre con las redes de deriva que se dejaban en alta mar durante un tiempo, recogiéndose después las capturas realizadas. Además de que se pesca de forma indiscriminada (y que los peces pueden permanecer un tiempo muertos en la red hasta que esta es recogida). En el Pacífico Norte se estimaba que al año se perdían 1000 km de estas redes, que continúan vagando por el mar apresando peces como una promesa de muerte.
Todo lo anterior, unido a las inmensas cámaras frigoríficas ubicadas en tierra, llevó a los mercados a controlar perfectamente la oferta para ajustarla a la demanda de modo que se obtuviese en todo momento el mayor beneficio, ignorando obviando en todo momento el daño que se está haciendo.
Ante la escasez de pesca en los caladeros tradicionales, muchos países han ido extendiendo sus zonas de pesca a aguas internacionales y llegando a acuerdos con países, las más de las veces ya empobrecidos y en muchas de ellas a manos de gobernantes corruptos, donde los ciudadanos pierden incluso la posibilidad de seguir subsistiendo gracias a la pesca tradicional. Es el caso de África (habría que reflexionar en muchos casos quiénes son los verdaderos piratas) o de Chile, donde se han situado inmensas piscifactorías para la cría de salmón que contaminan las aguas (por los detritos de de los peces, los sobrantes de su alimentación y la disolución de antibióticos para evitar que enfermen debido al hacinamiento al que son sometidos) y no evitan que se siga pescando de forma masiva, ya que los peces de piscifactoría en muchos casos provienen de alevines salvajes y en su mayor parte son depredadores (por lo que requieren de piensos fabricados a base de harina de pescado procedente de la pesca tradicional, arrojando además un balance energético con pérdidas). La población local se ha visto aún más empobrecida, perdiendo en muchos casos sus trabajos tradicionales y viéndose obligada a trabajar en condiciones más que deplorables a cargo de las empresas transnacionales que establecen las reglas de juego.
En definitiva, un documental más que recomendable y sobre el que merece la pena reflexionar. Os lo recomiendo si, como yo, no habíais tenido oportunidad de verlo con anterioridad.
Para saber más:
- Artículo en TVE sobre el documental, emitido dentro del espacio “Documentos TV”.
- Punset habla de los efectos desastrosos del consumo de sushi.
- WWF se posiciona en contra de la permisividad en la pesca del atún rojo.
- Programas TV online, una web a través de la cual es posible ver el documental “Sushi global”.
- Artículo sobre consumo y medio ambiente que presta especial atención a la cría de salmón en Chile (PDF).
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