Publicado en: Andanzas de un Trotalomas por Trotalomas. Texto original

Sentir
que es un soplo la vida,
que veinte años no es nada…

Hace un par de días me encontré ante un buen dilema. Curioseando un poco por Internet al respecto de la anterior entrada, que pretendía ampliar con la de hoy, me encontré con la confirmación de algo que todos sabemos de un modo u otro pero que venía a ratificarse a través de lo que se contaba en un documental bastante reciente. El dilema no era otro que elegir entre el catalán o el inglés a la hora de ver el documental y la temática del mismo la escasa duración de los artículos hoy día, incidiendo en su temprana obsolescencia. Al final lo vi en catalán (creí que me resultaría más fácil en inglés, pero ya que Azote colecciona idiomas con tanta facilidad como cualquiera sellos y sabía que a ella le haría ilusión verlo en catalán opté por convencerla con esa estratagema), pero a quienes estéis pensado dejar de leer la entrada desde este punto os diré que esperéis… en enero TVE emitirá el documental en castellano y lo cierto es que es de lo más interesante.

¿A quién no le suena haber escuchado o pronunciado en algún momento frases como estas? “Este reloj tiene 4 años y ya pierde la hora… ¡el que tenía mi padre no atrasó en 40 años!”, “¡Ojalá esta lavadora me durase la mitad que la última que tuve!” o “Ya no se hacen coches como los de antes”.

The light bulb conspiracy”, el documental de Cosima Dannoritzer que nos cuenta la historia secreta de la obsolescencia programada (“Compra, tira, compra” y “Comprar, llençar, comprar”, en castellano y catalán), parte de una curiosa y conocida situación. Ante la avería de su impresora, Marcos se pone en contacto con tres establecimientos con servicio técnico y en los tres recibe una respuesta similar: “hay impresoras en el mercado desde 60 € y arreglar la suya será posiblemente más caro”. Le recomiendan en todos los casos comprar un artículo nuevo antes que arreglar el averiado. Marcos decide arreglarla por sí mismo. Apenas tiene un par de años y siempre ha prestado un buen servicio en su empresa, así que no se resigna ante las respuestas que le ofrecieron.

Tras este comienzo, el documental profundiza en la llamada “Conspiración de la bombilla”, un acuerdo entre fabricantes de este sencillo pero útil utensilio que se produjo a mediados de los años veinte del pasado siglo en EEUU. Miembros del cártel Phoebus llegaron al acuerdo de acortar la vida útil de las bombillas a unas 1000 horas de funcionamiento cuando ya antes duraban más de 2500. El motivo, como era de esperar, no podía ser otro que vender más bombillas. Empeorando de forma gradual la calidad de los filamentos conseguían bombillas menos duraderas y, por consiguiente, mayores ventas.

El caso de las bombillas no es el único. A lo largo de la hora y cuarto de documental nos acercaremos al mercado del automóvil o el de la telefonía y otros aparatos de consumo que, por ser muy apetecibles para los consumidores, muestran una mezcla de obsolescencia programada (aquella que está diseñada por parte del fabricante para disminuir la duración de los productos) y de percepción de obsolescencia por parte del consumidor, que ante un artículo novedoso desecha aquel que posee y que sigue estando completamente operativo.

Se trata de un documental que pone sobre la mesa la ética de los ingenieros que diseñan, a sabiendas, artículos que serán fabricados para fallar. Que cuestiona un modelo económico basado en un hipotético (y falaz) crecimiento infinito dentro de un planeta finito y, por tanto, de limitados recursos. La presencia de Serge Latouche, defensor de la teoría del decrecimiento o del químico Michael Braungart, que expone la suya “de la cuna a la cuna”, que implica la modificación del proceso de producción para que todo desecho sea reutilizable, aportan distintas visiones que buscan distintos modelos, en ocasiones más éticos, justo y, no siempre, la verdad, sostenibles.

Muy llamativa, por otro lado, resulta la propuesta de Warner Phillips, un empresario que fabrica una bombilla de larga duración que cuesta, precisamente, mucho más. Veinticinco lo que una normal, justo igual que la duración de la suya. A artículos normales se les acorta su vida útil para obligar al consumidor a comprar otros. En cambio, aquellos que no es que duren más, sino que duran lo que posiblemente deberían durar todos son tomados por artículos de lujo, tal y como me decía Azote, y se obliga a pagar un elevado precio por ellos.

Si os apetece saber qué ocurrió con la impresora de Marcos cuando este descubrió la existencia de un microchip dentro de la misma que actúa como contador de páginas impresas y limita su uso, os invito a ver el documental en cualquiera de los enlaces que siguen (el de TV3, en catalán, estará disponible hasta el 31 de diciembre) o durante el próximo mes de enero en la televisión.

Esta entrada se destruirá después de ser leída 10, 9, 8…

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