La efímera vida de las efímeras

Publicado en: El nido del jilguero por malabaddon. Texto original

En estos últimos días, al llegar el ocaso, se está produciendo en la ribera cordobesa del Guadalquivir un fenómeno natural relevante. Anoche lo pude ver personalmente. Al caer el sol, miles de insectos comienzan a revolotear por las zonas aledañas al río. Son efímeras, aunque no he podido discernir la especie exacta. Para quien pueda ayudarme a hacerlo os incluyo a continuación una foto en la que se ven algunos individuos iguales o muy parecidos a los que se pueden ver estas últimas noches.


Llama la atención su número, su color blanquecino, su atracción por la luz y por las paredes encaladas donde las esperan las salamanquesas para ponerse las botas, la agonía que pronto las invade y que las arroja al suelo donde se retuercen y aletean, y el saquito anaranjado que algunas intentan expulsar mientras aún les queda algún hilito de vida. Estos saquitos son su puesta de huevos, de donde saldrán las larvas que comenzarán de nuevo el ciclo, pero sólo si son arrojadas al agua. En el suelo de la ciudad tan sólo serán alimento para las hormigas.

Las efímeras (o cachipollas) son llamadas así por la breve duración de su existencia en estado de insecto adulto, ya que en griego 'ephemeros' significa 'que vive un día'. Estaría bien conocer por qué se las denomina también cachipollas. En  varias horas o un día (aunque algunas especies parece que pueden vivir en estado adulto hasta una semana), sin perder el tiempo en alimentarse, se reproducen y mueren. En ciertas zonas de Europa, algunos años, aparecen en tal cantidad que las recogen y las emplean para abonar los campos. Los pescadores, se podría decir que los que mejor las conocen, las denominan el maná de los peces. Y Ephemera albipennis es la que en París, a orillas del Sena, aparecía en tal cantidad que el fenómeno asemejaba a una nevada (1).

En noches veraniegas, con una temperatura agradable, a la orilla del río y con el croar de las ranas de fondo, es comprensible que la mente divague y que afloren pensamientos acerca de la vida, que a veces nos parece tan efímera como nuestras amigas aladas. Puede que Diderot experimentase algo parecido cuando escribió estas palabras:
¿Qué es el mundo, señor Holmes? Un compuesto sujeto a revoluciones, que indican todas ellas una tendencia continua hacia la destrucción; una sucesión rápida de seres que se entrecruzan, se empujan y desaparecen; una simetría pasajera; un orden momentáneo. Hace un momento le reprochaba que juzgara la perfección de las cosas mediante su propia capacidad, ahora podría acusarlo de medir su duración según sus propios días. Usted considera la existencia sucesiva del mundo como la mosca efímera consideraría la de usted. El mundo para usted es eterno, como usted es eterno para el ser que sólo vive un instante. E incluso el insecto sería más razonable que usted. ¡Qué serie prodigiosa de generaciones de efímeras atestigua su eternidad, qué inmensa tradición! No obstante nosotros pasaremos, todos nosotros, sin que se pueda designar ni la extensión real que ocupamos ni el tiempo preciso que habríamos durado. El tiempo, la materia y el espacio tal vez no sean más que un punto. (Denis Diderot, Carta sobre los ciegos para uso de los que ven, páginas 91-92)

 

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