¿Podemos evitar los incendios en instalaciones de gestión de residuos?

Publicado en: productor de sostenibilidad por alvizlo. Texto original

incendio residuos

Desde que la combustión de los neumáticos acumulados en Seseña diese la señal de alarma, los incendios en instalaciones de gestión de residuos han pasado a la primera plana de la actualidad. Eso sí, algunos puestos por detrás de la devastadora realidad de los incendios forestales donde, desgraciadamente, seguimos perdiendo mucho cada año.

Este verano negro para el sector han ardido unas cuantas plantas de reciclaje de residuos. Pero lo cierto es que antes del interés mediático sobre los incendios en la industria de la recuperación de residuos estos desastres también ocurrían. Si tirásemos de la hemeroteca de sucesos comprobaríamos que todos los años alguna instalación de gestión de residuos se prende fuego.

En toda España son muchas las plantas que se dedican a la recogida, almacenamiento y tratamiento de residuos. Varios miles de ellas dedicadas sólo a materiales no peligrosos. Se trata de una actividad imprescindible para conseguir que aquellas cosas de las que nos desprendemos puedan llegar a convertirse en materias primas. Una parte clave de la manida economía circular. La menos elegante, pero la más necesaria en nuestro modelo de consumo de usar y tirar.

Las causas de estos desafortunados acontecimientos son muy diversas y complejas de estudiar. En parte condicionadas por un modelo de negocio especulativo en el que, para bien o para mal, el beneficio de las empresas que se dedican a la gestión de residuos depende de las fluctuaciones del precio de mercado de las materias que recuperan. El resultado es que el negocio se basa, al menos en parte, en la capacidad de almacenar grandes cantidades de una cierta variedad de materiales a la espera de que se paguen unos céntimos más por cada kilo que se venda. La diferencia en 10 toneladas puede ser importante. Pero el riesgo de juntar toneladas del plástico, papel, cartón, en montañas separadas por tipos de plástico o calidades de papel -en ocasiones cerca de materiales inflamables y comburentes- está presente: grandes cantidades de material combustible que cuando empieza a arder tarda días en ser apagado.

incendio chatarra

También influye la escasa percepción del riesgo: ni los trabajadores ni los responsables suelen tener una adecuada conciencia del peligro de incendio en sus instalaciones. La experiencia del día a día, en la que nunca pasa nada, nos mantiene abstraídos de la realidad, hasta que pasa. Incluso, cuando ocurrió algo relativamente grave, circunstancialmente se pudo solventar de una manera más o menos afortunada: que si una pila de residuos de un material ignífugo que impidió que un conato de incendio pasase a mayores, que si el desprendimiento de chatarra que apagó una paca de papel ardiendo… Pero, si analizásemos los sucesos podríamos comprobar que, en ocasiones, todas las circunstancias soplan a favor de las llamas: incendios que se inician de madrugada cuando no hay nadie para detectarlos a tiempo, que ocurren cuando falla el sistema de extinción de incendios, que si el aljibe del polígono está sin agua en el peor momento…

La sombra de la intencionalidad planea también sobre estos incendios. Así pues, cuando queda la duda de que el incendio es provocado la lista de sospechosos es interminable: la feroz competencia, clientes insatisfechos, empleados quemados, antiguos trabajadores, despidos más o menos recientes, vecinos insomnes…

Se trata de un negocio con muchos incentivos perversos. De vez en cuando alguien mete mano en los residuos para sacarse un sobre sueldo y acaba quedándose sin la nómina con la que pagaba las facturas. Sisar preservativos destinados a destrucción para ponerlos ilegalmente en el mercado es suficientemente grave como para que intervenga la Policía Nacional, pero la tentación de desviar al mercadillo todo tipo de productos descartados en procesos de fabricación o vender de segunda mano los equipos enviados a destruir por la empresa que confía en la que los recoge, está a la orden del día. ¿Cómo influye en el predio del mercado del reciclaje la desaparición de una buena pila de neumáticos?

Neumaticos de Seseña ardiendo

El caso es que es difícil combatir los incentivos perversos y, sobre todo, los incendios provocados, pero sí se pueden dar soluciones para mejorar la prevención y gestión de riesgos en plantas de reciclaje:

  • Gestionar los riesgos: me consta que varias de las empresas de reciclaje que han ardido este verano contaban con sistemas certificados, al menos, en los modelos ISO 14.001 e ISO 9.001. ¿Es suficiente? Contar con sistemas de gestión normalizados no parece garantía para evitar que una fábrica salga ardiendo. Son una buena herramienta para identificar, evaluar y gestionar los riesgos, siendo esa la función que deben cumplir, en tanto que un incendio en la instalación tira por tierra en unas pocas horas la labor de prevención de contaminación llevada a cabo en el día a día durante décadas. Nos corresponde a todos los implicados, consultores, auditores y responsables de sistemas de gestión hacer un mayor esfuerzo para que el certificado realmente aporte valor a las empresas, a ser posible previniendo accidentes como los incendios.
  • Mirar al futuro: muchas de las empresas de gestión de residuos en España son empresas familiares con una interesante historia de superación y emprendimiento. Un abuelo con una carreta tirada por mulas que llevaba cosas de un lado para otro, un hijo que empezó a tratar con empresas y un nieto exitoso que cada año incorpora más camiones a una flota que no para de crecer. Todos ellos luchando contra requisitos legales que no terminan de asimilar. Que ponen en riesgo la continuidad de su negocio concentrando un alto porcentaje de su actividad en un único y caprichoso cliente. O respondiendo a propuestas de consultoría con un “eso siempre lo hemos hecho así”. Evidentemente, nadie conoce mejor su empresa que quien la funda y mantiene, pero hay que estar atento a muchas señales: evitar el pan para hoy y hambre para mañana es el reto de un sector que amortiza a largo plazo las decisiones tomadas para aprovechar oportunidades fugaces en una realidad que cambia muy deprisa.
  • Cubrir las instalaciones: tratar los residuos es una actividad sucia y ruidosa. Nadie la quiere cerca de su casa, tanto es así que está plagada de ejemplos del llamado efecto “NIMBY”. Tradicionalmente se ha ejercido lejos de los núcleos urbanos y a cielo descubierto, en tanto que el escaso margen de beneficio sólo permite hacer la actividad en suelo barato y con la mínima inversión. Pero la especulación y la falta de una planificación urbanística adecuada complicaron las cosas: nuevos desarrollos urbanísticos con preciosos ventanales asomando a los ruidos, olores y partículas de la vieja chatarrería -que se ha convertido en un centro de clasificación de residuos trabajando a pleno rendimiento-. Pero claro, el político que no fue capaz de organizar el crecimiento de la ciudad tampoco está legitimado para pedir al gestor de residuos que haga sus actividades en naves cerradas. Y el conflicto está servido. Quizá hubiese sido más difícil incendiar el montón de cartón si hubiese estado cerrado bajo techo, pero la experiencia demuestra que las llamas saltan muros.planta tratamiento de residuos incendiada
  • Aumentar las inspecciones: las empresas de gestión de residuos están sometidas a legislación ambiental, de seguridad industrial, laboral… una cantidad importante de requisitos que no haría falta seguir ampliando o complicando si tuviésemos una inspección eficaz que obligase a todos los operadores a realizar sus actividades conforme a las mismas reglas. El cumplimiento de la normativa tampoco es suficiente para evitar los incendios en instalaciones industriales, pero un aparato de inspección y -sobre todo-sanción adecuado ayudaría a incorporar en el día a día unos requisitos legales que, supuestamente, se han establecido para reducir el riesgo de causar daños al entorno y a la salud de las personas. Y para sacar del tablero a esa competencia desleal que daña al sector operando sin respetar las reglas del juego.
  • Responsabilizar a toda la cadena de valor del residuo: desde los productores de residuos que no quieren asumir el coste ambiental y social de la ineficiencia de sus procesos a sanciones para los auditores que aceptan información contable inexacta y no contrastada. La generación de residuos es el resultado de toda la cadena de valor del proceso productivo y no basta con repercutir sus costes al precio final del producto o buscar la forma más barata, por irresponsable que sea, de desprenderse de los residuos. Colaborar con los que retiran, clasifican y preparan la basura para que pueda ser utilizada como materia prima debería ser una prioridad en cualquier actividad económica.
  • Mejorar la trazabilidad de los datos: por más que se repita en grupos de trabajo y llenemos las memorias de sostenibilidad de la palabra trazabilidad, la información en materia de residuos brilla por su opacidad. Hasta el extremo de que, en ocasiones, los titulares de las plantas no saben qué tienen almacenado en ellas con un grado de precisión adecuado para el eficaz desarrollo de las labores de extinción de incendios. Los incentivos perversos en este ámbito son muy variados, desde cuestionar las estadísticas oficiales con intereses particulares a escamotear al fisco. La Unión Europea acaba de dar un toque al respecto a cuenta de la correcta identificación de los residuos en la documentación de traslados. Pero por muy ilícito que sea, ¿por qué asignar un código que corresponde a mi residuo si luego en destino no me lo aceptarán? Mejor que lo coja el siguiente de la cadena como buenamente pueda y… bueno ya veremos qué pasa.
  • Reconocer el lucro: como cualquier otra actividad económica, la gestión de residuos se realiza con ánimo de lucro: invertir en instalaciones y maquinaria, pagar nóminas, seguros sociales e impuestos… La gestión de residuos es un negocio y sólo debería ser sucio por la materia prima con la que trabaja. Deberíamos estar orgullosos de esta actividad y reconocer que, para que sean posibles nuestro modelo de consumo y la –tan deseada- economía circular, necesitamos gente a la que le salga rentable realizar las tareas que implica recuperar materiales para su reciclaje. Dignificar un negocio que nos libra de estar cubiertos de mierda hasta el cuello.

extinción incendio residuos

El incendio, a parte de la desafortunada pérdida para el empresario y sus trabajadores, tiene consecuencias que afectan al conjunto de la sociedad y la actividad económica: contaminación (con emisión de sustancias peligrosas que pueden afectar a la salud desde la atmósfera, el agua o el suelo), pérdida de materiales (que ya habían sido recuperados del flujo de residuos) y recursos (todo el esfuerzo invertido en recuperar esos materiales).

Corresponde a los empresarios del sector tomar las decisiones adecuadas para una correcta gestión basada en la prevención de riesgos para su modelo de negocio, sus empleados y el entorno en el que operan. Pero todos y cada uno de nosotros –profesionales y particulares- podemos aportar para que la actividad de gestión de residuos sea un negocio digno y del que nos acordemos también cuando funciona con normalidad, sin levantar inmensas columnas de humo visibles a kilómetros de distancia.

Las imágenes de este post son de las cuentas en twitter:

Puedes leer y comentar el artículo completo en productor de sostenibilidad